Lo de Peñajara fue lo que se dice una corrida de toros y el triunfo de Rubén Pinar no fue casualidad. Ahora, de ahí hacia arriba los dos, la ganadería y el joven matador de toros. Y los que vengan detrás que se apliquen el cuento, que viene la curva fallera.
La corrida fue así: seria, honda, de irreprochable trapío, con cara y, lo más importante, casta, Los seis de Peñajara tuvieron, además, lo que dice que busca el ganadero, homgeneidad. Y también fondo. Cuando se les exigía, responder les costaba poco o nada y se venían arriba al mismo tiempo. Y ni qué decir que el lote más preclaro fue el de Rubén Pinar, que a su favor tuvo la lucidez y lo que tuvo que hacer lo hizo cuanto antes, y despacio. Pero por no lanzar todas las campanas al vuelo, añadiremos que alguna que otra punta de pitón se escobilló feamente o que Pinar interpretaba el toreo moderno, es decir, muy en línea y descargando la suerte, pero el caso es que lo que hacía llegaba al tendido tanto por él como por los dos buenos ejemplares que sorteó.
De auténtico escándalo hubiera sido el sexto si no llega a darse dos tremendos volantines cuando sólo le habían pegado cuatro capotazos y otro que amagó en el inicio de faena. Fue ese Peñajara de nombre Riachuelo un toro castaño muy serio y de enorme morrillo. Medido en varas pese a llevarse una puya barriobajera, contó con la capa de un templado Alberto Martínez (pareó excelente al segundo) que lo dejó en su punto. Entre las rayas fue la faena. Largo y hondo por el izquierdo, su embestida por el derecho fue más intensa y rebozada. La obligación de Pinar era templar al bravo Riachuelo. Fácil al natural, la puerta grande quedó abierta a falta de la estocada cuando en redondo ligó una serie emocionante en la no que cabía el error ni la rectificación. Pinar apuntaba alto y llegaba.
Su primero fue otro toro importante. Colorado y bien armado, resultó un pastueño de enorme calidad y humillado recorrido. Series compactas, aunque demasiado al hilo, la largura del viaje daba tal vez para más, pero Pinar prefería asentar las zapatillas, quedarse en el sitio y ligar, que al parecer también vale. Tanto que, aunque pichó antes de la agarrar una estocada baja, le cayó la primera oreja. De las dos, la que única podía despertar alguna duda sino fuera por la sensación que dejaba cuando abandonaba la plaza a por la puerta grande.
El resto de la corrida mantuvo el tono. La calidad del primero destacó pese a su falta de fuerzas y Salvador Vega se esforzó en un trasteó con eco y bien rematado con la espada, que festejó en una vuelta al ruedo tras petición. Al descarado segundo le faltó encontrar un mayor compromiso en el colombiano Luis Bolívar. El cuarto fue el único que se puso a la defensiva, opción también válida, tras probar el hierro y Vega no hizo por encontrar recursos. Y el quinto, aunque sin humillar, embistió lo suyo y Bolívar le dio muchos pases faltos de argumento y aun así acabó escuchando dos avisos.
1 comentario:
Me decepciono enormemente la corrida. Los toros muy flojos de remos, sosones y sin casta, con pitones escobillados (ay las funditas) no me dijeron nada.
Si el toreo de Pinar es el toreo moderno que Dios nos coga confesados: despegado, pierna atrasada, matando con bajonazo, la izquierda la utiliza poco o muy poco.
Esta tarde me he aburrido, y eso en los toros es lo peor que te puede pasar.
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