23 junio 2012

miguel ángel perera: gesto de torero en alicante

Toca regresar y ponerse al día. He echado tanto de menos postear como sé que ahora me costará cogerle el hilo de nuevo al blog. Y la actitud de Miguel Perera ayer en Alicante, bien vale el regreso.

Podrá darse tantas veces como sea necesario, pero siempre que un torero trata así su dolor, el de un boquete en el muslo manando sangre, y lo relega por hacer el toreo, la admiración, respeto y esas grandes preguntas sobre el sentido de todo empiezan a agitarse como la primera vez. Castella lo explicó fácil tras caer en Madrid hace poco: "sigo herido ante la cara del toro precisamente por respeto al toro". Reflexión totalmente convincente.

Era un toro insulso el tercero. Resultado de una primera parte de festejo cuesta abajo en los del Puerto de San Lorenzo. El del clarín alargó el toque para el último cambio de tercio en incomprensible alegría. Que quedaba menos para la merienda se me antojo pensar que celebraba. En lo alto de la solanera, unos armaban su escándalo destacando en una siempre bulliciosa plaza de toros de Alicante. Pero Perera se puso en el sitio y empezó en redondo, sin rectificar y trantando de ordenar insulsa y descastada embestida. Una serie, y bien. Poco decía el toro. Y otra, atornillado y cuando parecía que sí, que ya estaba metido, más que soltar la cara se distrajo de lo rojo de pura falta de casta y tiró la cornada seca y certera a la taleguilla azul celeste. El boquete en el muslo derecho y en nada, la sangre que llegaba hasta el tobillo. Que no, que no quería meterse para adentró, que no tenía bastante con una serie más, sino en hacer faena, construir el toreo sobre ambas manos y exprimir aquello y matar de estocada. ¿Es el triunfo de dos orejas la única recompensa? Caro precio, entonces. En la actitud de Miguel Ángel Perera en Alicante, ante su público, su firmeza y compromiso, el mensaje y la recompensa como que iban más allá. ¿Se entiende?

La tarde alicantina, con prácticamente dos tercios de aforo, tenía ingredientes para, dentro de la normalidad del toro cómodo, que los Castella y Perera mostraran sus cartas, con Ponce como juez y parte. Pero la corrida del Puerto de San Lorenzo estuvo muy sobre el alambre. Justos de peso y trapío, eran como los del Puerto mini, acostubrados como etamos a verlos en plazas de mayor responsabilidad. Tuvieron buen aire de salida con un pizca de raza, aires desordenados después y una flojera que más se apuntaba que llegaba a desvanecerse por completo. Si no ponemos, para andar con ellos y sacar tajada, de seis valieron cinco.

Ponce sacó tesón con el primero. Molestado por el aire, no pudo desarrollar como quiso. Conocerdor del encaste, trató de imprimir suavidad, mostrar mucho los flecos de la muleta. Ahí resondieron siempre y si Ponce lo conseguía parecía como demasiado fácil y el misterio desvelado. Se empeñó con el segundo de su lote, faena larga, de trazo muy largo y predominio sobre la zurda. Hasta se llevó una voltereta que no fue más allá de la taleguilla partida. La estocada casi entera y la oreja.

Faena eterna la del sexto, toro que mató en lugar de Perera. Flojo, bien sujetado y muy sobado. Ponce, incansable. La espada le cerró una puesta grande que por poco abre con la gorra.

Sebastián Castella tropezó con el peor --el segundo--, no por condición, sino por falta de fuerzas o más que eso: porque acusó alguna lesión que, o bien trajo de corrales o bien se hizo durante la lidia. Sin historia pues.

Así, cuando le volvió a llegar el turno al francés, Perera estaba en la enfermería y Ponce se había llevado una voltereta. La historia había cambiado. Sin dar con la tecla, entre enganchones, Castella no acabó de imponerse hasta que se metió entre los pitones. Estocada y oreja de ese quinto.

No hay comentarios: