Plaza de toros de Castellón, 28 de marzo de 2014. Tercera de la Feria de la Magdalena. Toros de Juan Pedro Domecq (1, 2, 3) y Zalduendo (4, 5 y 6) desiguales de presentación, bajos de trapío. Justos de raza. Excelente para el torero el tercero, encastado el sexto. El resto nobles, muy cortos y no sobrados de fuerza. FINITO DE CÓRDOBA (ovación en ambos), MORANTE DE LA PUEBLA (ovación y vuelta al ruedo) y JOSÉ MARÍA MANZANARES (dos orejas y oreja). Casi lleno (unos 12.000 espectadores). [GALERÍA | VÍDEO] |
Unos triunfan, otros conmueven. Para qué andarse por las ramas. La corrida estrella del abono magdalenero rozó el lleno. Finito de Córdoba, Morante de la Puebla y José María Manzanares volvían a coincidir por tercera vez en un mismo cartel desde el pasado 15 de marzo. No les debe ir mal a los de la taquilla. Fue primero dos tardes en València y ahora Castellón. La poca distancia kilométrica no ha sido problema: apunten que los han visto unos 35.000 pico arriba, pico abajo. A quien tampoco le debe ir mal es a José María Manzanares que en las tres tardes se puede decir que se llevó, con diferencia, el lote y en dos de las tres ha logrado salir por la puerta grande. Pero saben, al aficionado tampoco le ha ido mal, ha ensanchado su alma en cada tarde y eso se ha debido, mayormente al toreo interpretado por Morante de la Puebla y Finito de Córdoba.
La pena es que ni con un encierro sobre dos hierros se dignificó una corrida de toros en apariencia. Primera mitad de Juan Pedro Domecq, la segunda de Zalduendo. Se puede decir que a los puntos ganó esta última, pero en la primera saltó uno de infinita calidad, cómo no, le cayó en suerte a José María Manzanares que tiene la fórmula de la Coca Cola y con poco sacia al público. Esa sería una pregunta que habría que plantearse: ¿porque el tíovivo les chifla tanto a cierto y abundante público? ¿Qué deben pensar cuando llega Morante después y en el mismo centro del platillo se embragueta en el toreo en redondo, ligado todo en una misma baldosa?
Manzanares triunfo con rotundidad, con la rotundidad de su espada. Cortó tres orejas del mejor lote. El primero, un juampedro artista, de los que ideó el ganadero. Acople perfecto desde la primera tanda. Tranco, transmisión, temple, nobleza. La mulueta recogiendo la embestida por el mismo hocico. Concretando, el pico de la muleta. Porque Manzanares no se rebozó de toro. No apretó la buena casta del animal, la acompañó. El muletazo de parar, templar, mandar y rematar no predominó; sí, en cambio el encadenado y periférico, de efectos evidentes en el público que con ver al toro dar vueltas alrededor de torero compuesto se conforma. La casta asomó cuando trató de ligar. La faena, a derechas. A izquierdas faltó más compromiso aún. Y no fueorn más que cinco tandas, demasiado corridas, pero efectivas. Como una canción cuarentaprincipalera. Por no adornar, ni un epílogo florido para acabar de empaquetar aquello. No, a por la espada y estocadón en la suerte de recibir.
Encastado fue el sexto. Un Zalduendo que apretó de riñones en el peto y tuvo carbón en unas arrancada no aptas para trazar círculos. El Zalduendo pedía cierto mando y temple. Pero la faena sucedió con una velocidad de más, escasa comodidad y una preocupante laguna sobre la mano izquierda. Pero otra vez sucedió un espadazo y se le concedió una oreja sin conmoción alguna.
Ay si Morante tuviera esa espada. O solo cuarto y mitad. Al quinto lo hubiera asado y le hubieran dado las dos o quién sabe qué. Faena, ésa, de impulsos, imprevistos de torería y pinceladas finales sobre el albero. De un apunte a por verónicas, con exceso de jaleo. Una media inspirada a pies juntos recogida a la cadera tras el quite. Y con la muleta, el inicio por ayudados, el toreo sobre la diestra prodigio de temple y alma. Así de despacio, así de largo el trazo, así de hundido el torero en sí mismo. Y en el mismo nudo de todo aquello, una tanda en el platillo, preñada de ligazón, temple y torería: todo en una baldosa. El compás ligeramente entreabierto, el ajuste y el recorte final y el desplante añejo. De ahí brotó mucho toreo. Luego los naturales a pies juntos, la trincherilla y aquel del desdén que más bien pareció una pincelada. No había más que sopesar. Tras dos pinchazos y estocada, el presidente incapaz de valorar --estaría como aturdido-- y Morante que se dio la vuelta al ruedo. Su toreo, había conmovido. El Zalduendo, bajo mínimos y con cierta apariencia, bastante hizo con no cargarse la pachanga.
El colorado de JP que hizo segundo sí que se la cargó. Poca entrega, ausencia de casta. No más de tre muletazos repitió. Embestida renqueante y torpe. Unas cositas de Morante y ya. El JP que abrió tarde, un burraquito sin excesos ni trapío, fue rajado por naturaleza. El Fino, otra vez más que predispuesto, hasta el punto de empezar una tarde predifinida como de artistas con una larga cambiada en el tercio de rodilla. Al mansito primero Juan Serrano le dio fiesta con varios puñados de muletazos cargados de belleza, ligando sobre ambas manos el toreo, entre trincherillas, del desprecio, de pecho o cambios de mano, siempre a favor de querencia.
A más fue con el cuarto, un zapato de Zalduendo. Bajo, fino de cabos, expresión de embestir. El Fino con los vuelos fue ahormando la embestida, templando un final de muletazo en el que el toro expresaba cierta violencia. El secreto estuvo en los finales. Cuando la embestida se fue un metro más allá, y el giro violento se atemperó al vuelo de la muleta, Finito fue expresando el toreo con mayor profundidad, gusto y empaque. Con una firmeza preclara. Una serie de naturales la abrochó ligando el de pecho como los clásicos: Rafael Ortega o Antoñete. En ese leve muñecazo que remata el natural y queda el torero, adelantando la pierna, colocado perfecto para el de pecho. Pues eso hizo. O esa tanda en redondo, abrocha con la muleta recogida a la cadera. Pues sí, también conmovió El Fino, lo mismo que se quedó sin espada cuando echar la firma. Pero parece que el toreo que conmueve está por enciama de los triunfos.
2 comentarios:
Estupenda cronica! Que pena q no se haya televisado la feria, así no hacen afición.
lo que es una pena es no verlos con toros
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