21 agosto 2014

#astenagusia14/ la sencillez del toreo no compite

Era un mano a mano el Morante vs. Manzanares sin argumentos que lo provocasen. Es más, la víspera con el pata a mano entre Hermoso y Ponce hubo una mayor concurrencia interesada en los tendidos. Eso lo dice todo. Luego faltó la competencia mínima exigible a semejante cartel. Al ecuador, el resultado era tremebundo. Ya cuando el festejo llevaba media en lo alto se provocó un forzado tercio de quites para darle un poco de color al cotarro: en el quinto. Pero fue tan poco original que no se salieron de las chicuelinas. Airosas, como fingidas, las de Manzanares; barroquizadas, marca de la casa, las de Morante. Dijo el de La Puebla en la constestación, vas a ver tú. Y le enmendó la plana al discurso por chicuelo despegado del alicantino. En la media ya hubo discusión: enroscando los vuelos contestó Morante a otra ajustada, seca y media de verdad, con la pata adelante de Manzanares. Según el directo, me quedo con la de Josemari. Con eso y con su estocada al cuarto. En todo lo demás dio pena.

Morante, en cambio, hizo el toreo en cuanto tuvo ocasión y por poco lo canonizan. Y es que el toreo hecho con sencillez no compite. Se disfruta.

Pero quien se llevó el lote fue José María Manzanares. De tres, los tres le embistieron. Un figura del toreo de verdad habría puesto Vista Alegre del revés. Como poco era para cinco orejas el lote. Su primero, una raspa todo bondad, se vino siempre con gran inercia, abriéndose una barbaridad, repitiendo sin necesidad tocarle con las telas ni alzándole la voz. Y Manzanares se dedicó a destorear. Sin cargar la suerte, ni trayéndose la embestida toreada ni mucho menos rematando un solo muletazo atrás, en la cadera. Para fuera, trazo periférico, pierna retrasada y el tíovivo a todo trapo. La muleta a una velocidad y el toro, el bendito 'Jarandero' de Cuvillo, a otra y sin chistar ni hacer el mínimo extraño. Hasta el público de paso se dio cuenta de que ahí faltaba algo: el toreo, ni más ni menos. "Pero si el toro se torea solo", dijo uno tan experto en tauromquia como en física cuántica.

El cuarto de la tarde, con un ramalazo considerable de mansedumbre, tuvo un excelente tranco. Se venía con todo. Arrancaba de lejos y bonito, con expresión. Toro para esperarle, sujetarle y darle esa confianza que mostraba su galope. Mejor el inicio que el remate, que ya era cosa del temple y mando del matador. Como se dice ahora, tenía peor final de embestida y tampoco tuvo matador que se lo corrigiese y/o mejorase. El primer muletazo para torear en redondo ya fue a la contra: con el toro en los medios y el torero en las rayas. Para ver si así se rajaba antes viendo las tablas. No lo hizo entonces. Manzanares obró a la contra de las virtudes del animal. Si el toro se expresaba en una distancia media o larga, Manzanres le recortó los espacios. A menos espacio, más brusca la arrancada, más desclasada la embetida, menos expresivo el muletazo, casi siempre de alivio, casi nunca de compromiso y así hasta que al final dijo el animal, ahí te quedas.

Más comprometido le hizo el toreo al sexto. Sobre la diestra, tragándole en series cortas, muleta muy baja. Y apreturas. Sacó raza el Cuvillo y varias veces al tercer o cuarto muletazo le ganó la acción al alicantino, que esta vez marró en la suerte de recibir. Tarde preocupante la de Manzanares. Muy alejado casi todo cuanto hizo de lo que es el bien torear. Y materia tuvo.

Porque al final, la deslabazada corrida de Núñez del Cuvillo, tuvo buen fondo y sacó excesivas facilidades, tantas como para que cualquier figura del toreo se pegase un festín. Sobre todo el completo lote de los pares. En los impares faltó boyantía y cierto poder. Y en el caso del primero, también hechuras. Muy apretado, como encogido, sin cuello y algo montado, sin descolgar. Debió ser el propio Morante el único que confiase en él lo más mínimo. Y con pulso y paciencia se puso por ambas manos, sin exageraciones. Y así le fue sacando los muletazos y hasta en alguno sobre la zurda se le llegó a resbalar por abajo, pero en general no quiso y sólo descolgó de verdad cuando olió la muerte entre sus pezuñas.

El jabonero 'Idílico' fue blando y Morante se estrelló. Su disposición quedó guardada para el quinto. El forzado tercio de quites animó el cotarro. Por alto, en ayudados le dio aire y a partir de ahí compuso una clarividente faena sin exgeraciones ni aspavientos. No hubo nada más de especial, nada más que toreo. Temple, firmeza, ajuste y naturalidad. El toreo. En las rayas, el compás recogido, la cintura engrasada, y la embestida por los muslos. El toreo reunido. Morante sin arrebatos, sino metido y ensimismado. Hundido sobre los talones y los riñones. Resulta tan fácil explicarlo, tan difícil de ver, como tan evidente si pretendemos comparar. Pero con la sencillez del toreo no se compite. Basta con paladearla y así hasta la muerte del toro fue bella y en ella se mostró la bravura fija y entregada a las caricias de Morante.


1 comentario:

Anónimo dijo...

estas apañado.Parece como si hubiera echo la faena del siglo la de morante cuando ha tenido toro para que le hubiera toreado como como en poquitas ocasiones. Ha estado sin confiarse del todo, toreando de perfil, y si es verdad que ha toreado algunos muletazos con naturalidad pero también muchos remates mal, le falta un poco mas de mando.