El aficionado a los toros lo es sobre todo de memoria. Es ahí donde el toreo y las emociones se le quedan grabados. Raptos fugaces, un instante. Un lance. Un media. Un puyazo. Un natural. Un simple molinete o cambio de mano. Una estocada. Un abrazo en mitad del ruedo de València como aquel del 96 entre dos inválidos. O una frase de tu abuelo en mitad de una tarde de toros frente al televisor. No sé si lo he contado alguna vez por aquí, en mi memoria de aficionado de los primeros recuerdos es siendo un crío frente a la tele --viendo la ahora TVE censora para con las corridas de toros-- y junto a mi abuelo, quien me comentó varias veces, simpre que le televisaban: "la cara lletja que fica i lo bé que toreja". El de la cara fea era Julio Robles y también el que toreaba bien.
Robles falleció hoy hace diez años, después de estar once postrado en un silla de ruedas desde que aquel toro, 'Timador' se llamaba el cabrón, lo voltease toreando de capa. Dos finales, el del torero y la persona. Y un recuerdo enorme de torería y ejemplo. Julio Robles y la profundidad de su toreo castellano siguen creciendo pese a todo con el paso de los años.
Julio Robles con Juanillo, de F. Bartolome
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