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| Jiménez Fortes toma la alternativa de manos de El Juli. |
Vista Alegre todavía olía a Morante. Unos y otros lo recordaban. Días de mucho, vísperas de nada decía mi vecino, que también según su subjetiva memoria, El Juli lleva sin hacer demasiado en Bilbao desde 2002. Eso decía, pero con otras palabras; y si es así, pues, según su estadística, suma y sigue. Otra voz, en cambio, le gritó a Julián López que eran cuatro los años diciendo poco o nada por estos lares. Y por eso y otras cosas el aroma de Morante y el corridón de Núñez del Cuvillo pesaron como una losa sobre esta tarde de la que desde ya mismo el único que guardará un buen recuerdo será Jiménez Fortes porque en ella tomó la alternativa e hizo demostración de torería. Por lo demás, la vulgaridad fue absoluta.
Jiménez Fortes fue el único que hizo gala de cierta torería. Lo que se le suponía una papeleta, más que nada por el rosario de cornadas que ha acumulado esta temporada como novillero, lo solventó con suficiencia y gusto. Bastante más que el que lucieron Juli o Talavante, convertidos de pleno en vulgares pegapases.
La corrida de Jandilla fue carne de matadero. Mal presentada, sólo tapándose por la cara. Muy astifina por delante, pero sin trapío. Escurrida y muy floja. De salidas mortecinas y aburridas. En el caballo se emplearon mal que bien, pero luego la nada. Tercero y quinto tuvieron pies, pero Talavante no los mandó.
Al tercero, con el que la cuadrilla dio un auténtico sainete, Talavante lo espero siempre con la muleta retrasada y así no comandó nunca. Ni por asomo. Ni quiso ni pudo. Y con la espada, en Talavante.
El Juli se estrelló con el segundo. Muy blando y de embestida borrega, no se lo pasó más acá de la periferia. Y el cuarto le sacó problemas, los propios del toro descastado que no humilla y se defiende. De forma descarada por el izquierdo. Por el derecho la embestida tenía soluciones y El Juli las mostró en una serie rectilínea. En lo demás Julián López fue a la deriva y algo aperreado. Dejó una estocada trasera.
Talavante le pegó pases a la velocidad del rayo al quinto. Fue una faena sin argumento y veloz. Sin mando, otra vez. El que toreaba era el toro. A su aire. Por el izquierdo y por alto tiraba a dar. Talavante creyó poner la plaza boca abajo con un cambiado. Y no. Metió la mano de primeras y dejó al toro aguantar la muerte hasta que sonaron dos avisos.
Jiménez Fortes, que recibió la alternativa de manos de El Juli, en cambio, dio una lección de torería. Pequeña, pero valió. Fue en el primero, el del doctorado, de nombre 'Administrador', muy corto y de escaso trapío, y que fue muy desganado durante su lidia. Fortes lo que hizo fue poner todo de su parte y bajar la mano, quedarse la mar quieto y torear con gran ajuste. Sobre todo al natural. Hubo tres o cuatro realmente buenos. Enganchados, enroscados y rematados atrás. Lo mejor de la tarde.
Con el sexto no pasó de valentón en trasteó muy enganchado. El toro se defendió desde su descastamiento. Era la capitulación de una tarde para olvidar, a la que se le recetó como antídoto el recuerdo de Morante con la del Cuvillo y de la que sólo se acordará Jiménez Fortes por méritos propios y la efeméride.
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