30 septiembre 2012

bous a algemesí/ román, por actitud y más, por la puerta grande

Algemesí, 29 de septiembre de 2012. Octava de la Setmana de Bous. Novillos de Sánchez Arjona, bien presentados, faltos de casta y algo pasados de romana, el mejor fue el segundo, el de menos trapío. Juan Ortega (vuelta al ruedo tras petición y oreja). Román (oreja en ambos). Casi lleno. [VÍDEO]

Era la novillada estrella de la Setmana de Bous d'Algemesí. Se notaba. Se quería que pasara algo. Y es que hacía el paseíllo Román, que tiene loco e ilusionado al personal. Y triunfó por eso, por eso y porque no dio un paso atrás y puso toda su frescura y actitud al servicio del toreo.

La novillada de Sánchez Arjona, bien presentada, lució excesiva romana para conforme la casta y poderes demostrados. El lote de Juan Ortega, muy parejo y con cuajo excesivo, no tuvo la casta sufiente para romper. Mientras, el lote de Román tuvo mayores diferencias: primero el más estrecho y menos atacado, que fue el que tuvo más partido; y el cuarto, el más serio, puntas hacia arriba, largo y grande, tampoco tuvo fuelle y casta para pelear por aquello y, en cambio, sí defenderse.

Más allá del ambiente, ambientazo de Algemesí, la importancia de la tarde se palpó conforme salieron los novilleros. Un Juan Ortega, inmerso en una temporada a más en la que se ha metido entre los top de la novillería, que frente al primero, con mucho gusto, meció el capote, volcándose prácticamente sobre la embestida y abriéndose paso hacia los medios. Román no quiso quedarse atrás y tiró por faroles ante el segundo. Eran, se sentían y querían ser protagonistas. Mucha disposición frente a escasa dosis de casta en los Sánchez Arjona.

Y al final fue Román quien se llevó el triunfo. Tal vez también mereció idéntico premio Juan Ortega, tal vez a Román le sobró la oreja del cuarto. El caso, más allá de orejas, es que fue tarde de reivindicación. Y solo al final fue quien mostró mayor talante de novillero quien se fue por la Puerta Grande, Román.

El alumno del Liceo Francés mostro variedad, hondura y sentido en toda su labor. El primero de su lote --de trapío más liviano-- se llevó los faroles de saludo, las chicuelinas y la larga, el quite de frente por detrás, caleserinas, el remate con media de rodillas en tierra de la que salió cogido, la diestra con la muleta muy por abajo. Enganchar y llevar embebido en los vuelos la embestida del segundo de la tarde fue la gran virtud y el principal secreto. En redondo alcanzó nota alta desde la primera serie, templando el tranco con que se venía el novillo y mandando con el que se iba. Firmeza y ligazón, desde muy adelante. Al natural, la misma idea, pero una pizca menos de limpieza. Y el arrimón, por aquí, por allá y las bernardinas. Tal vez (faltó) una serie (o dos) más en redondo. Y la espada, estocada de atracón tras pinchazo y ahí hay que encontrar el sitio. Oreja merecida.

La otra tuvo más dudas, lo que no le quita mérito. Novillo con las puntas hacia arriba. El más serio y grandón de la novillada. De salida arrolló de mala manera a Raúl Martí, que se había desmonterado en el anterior. Verónicas de rodillas a modo de saludo por parte de Román. Falto de fuerzas, renqueante de atrás, defensivo tirando la gaita a la altura de la coronilla. Embestida desagrabable para muleta, más que por malas ideas, por falta de poder. En éste quien se desmonteró fue César Fernandez.

Templar eso fue lo complicado. Mucho enganchón, medio viaje, Román no se achantó y fue recortando terreno y siguió buscando la embesida por el hocico. Aquello se calmó, se apretó ahí y atornillo las zapatillas con toda la rabia insolente de su juventud, como cantaban Héroes del Silencio. Mató a la tercera, cayó la oreja que le abría la puerta grande de la plaza que hace un año le vio debutar con caballos. Entonces le echaron el novillo al corral, hoy la cosa ha cambiado.

Juan Ortega soportó un lote con problemas muy similares. Con exceso de cuajo, se defendieron y recortaron embestidas cuando se veían incapaces de tomar las telas. Ortega por su parte lució firmeza y buen corte. Ante esa situación, tal vez debió sacar un talante más de novillero. No valía con no volver nunca la cara y tratar de alargar embestidas negadas donde fuera con todo el empaque del mundo. Sobró sobriedad en sus buenas maneras y si había cortado una oreja del tercero, el espadazo al primero de la tarde en toda la yema bien mereció otra. Digo.

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