Los tres primeros siempre se fueron a más tras cumplir en varas y el tercero emplearse de bravo, metiendo en el segundo puyazo la cara abajo del peto. Lo dicho, a más fueron encastados. Exigían distancia, temple y las cosas por abajo. Vendían caro su terreno (2º y 3º) y por eso achucharon a José Tomás y Cayetano, que hicieron eso que tanto cuesta y que es quedarse en el sitio.
El cuarto ya sacó hechuras anovilladas y se vino estrepitosamente abajo tras su primera entrada al caballo, donde se empleó. Al menos para mía fue un alivio que permitió respirar tras una media corrida de una intensidad y emoción como nunca había vivido.
El quinto también bajo la presencia y de los seis fue el único burra. Extremadamente noble y la casta justa para hacerle embestir al paso. José Tomás, a gorrazos, le hizo romper dando paso a la locura.
El sexto fue un bendito y más seriecito que los anteriores, un bombón con el Cayetano podría estar todavía toreando.
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