Que no se llama Emilio por mucho que antes lo dijesen otros rectificando a tiempo. Que se llama Enrique. Enrique Guillén. Y cortó una oreja siete días después de los sucesos provocados por José Tomás en la misma Monumental de Barcelona.
Para que no decaiga, bien sirve una oreja y claridad en las palabras: "Catalunya vive una dictadura antitaurina por culpa de mil leyes que nos hacen la vida imposible y no ofrecen facilidades al toreo catalán".
Porque no sólo de José Tomás vive el aficionado catalán, afortunadamente.
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