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13 julio 2007

con el jet lag de san fermín

No va más. Chupinazo y el día del santo más uno y pico han supuesto mi intenso debut en Pamplona, capital de la foral Navarra, que por cierto no esta venta, pero que sí tiene altos precios en alquiler si coincide con el follón, dando igual Pamplona que Berriozar, donde en mi caso y en el de los nueve energúmenos con los que iba era donde echábamos la cabeza para aplacar, concluido el encierro, litros de cerveza, kalimotxo y algún que otro ron-cola para desengrasar.

Como también han desengrasado o han abierto paréntesis hasta el pobre de mí los de clase política navarra. Veremos si con resaca les saben dar solución o se ven abocados de nuevo a otras elecciones. Aunque mejor que otras elecciones sería preferible lanzar otro chupinazo y vuelta a empezar. Sería la mejor manera de ver monos y callados a los de UPN y NaBai, porque la verdad, como dicen de Italia, que con tanta belleza que hay por las calles a los italianos no les hace falta quien les gobierne, pues lo mismo con los navarros, dales sanfermín, que no hace falta ni policia, ¿o también iban de blanco y rojo?

Que no hay en el mundo entero unas fiestas sin igual. Riau, riau. Son palabras que bastarían para explicar la estancia en una ciudad de bote en bote las 24 horas del día. Se me hace imposible transcribir o tratar de contar el periplo de bar en bar, callejando a trompicones entre una multitud danzante venida de sabe dios dónde, txarangas sinfónicas y megáfonos de moda a precio regateable; es un todo blanco y rojo que te obliga a meterte de lleno. Cómo no. El blanco y rojo nos camuflaba a todos, la masa era una y sólo había que dejarse arrastrar y disfrutar. Y si por la espalda te caía media cerveza, había tomarla como refresco. Pero ojo, perder a los tuyos era demasiado fácil. La marea blanca y roja se engullía a cualquiera y sólo un toque de móvil era capaz del rescate, siempre sujetando el fuerte el vaso.

Me quedo con el Riau, riau. No sé, alrededor de las seis de la tarde del seis de julio. Por estrechas calles, la multitud, en medio la banda, cientos, miles. Eran las fiestas de esta gloriosa ciudad es su máximo apogeo. Ahí que entrábamos.

Porque llegaron las fiestas de esta gloriosa ciudad. Que no hay en el mundo entero, unas fiestas sin igual. Riau, riau. Y otra vez. Vuelta a empezar. Porque llegaron las fiestas de esta gloriosa ciudad. Que no hay en el mundo entero, unas fiestas sin igual. Riau, riau.

Y todavía siguen.

El encierro imposible, optamos por verlo en casa y por La Primera. Molés no sabe callar y su equipo tampoco. Además, está claro: Cuatro ofrecerá íntegro el encierro, pero a La Primera de todo el tramo que retransmite no se le escapa prácticamente nada, y además Solano es la voz (y el silencio) de San Fermín.

Corrida vi la de Miura y en Pamplona eso de ver toros es otra cosa. Por el cansancio acumulado por la (des)personalidad de la plaza. Si al aficionado cabal le puede costar lo suyo concentrarse, no digo al torero cuando ve que a las primeras de cambio le cae un balonazo al toro.

Precavidos Encabo, que ya está pensando en otras cosas, y Robleño; lo de Rafael Rubio "Rafaelillo" es de dos auténticos pares. Le amenazaba el de Miura y "Rafaelillo" ex-niño prodigio de esto de la tauromaquia se lanzaba literal encima, no sé si darle un cabezazo o un bocado en todo el testuz. Era otra historia. Los unos intentaron hacer el toreo moderno, y nada. Ni con el vibrante cuarto. Hubo miuras con la virtud de hacer las cosas por abajo y de rebotarse cuando les subían las telas. No, por ahí no. "Rafaelillo" abuso del doble pase de pecho y a punto estuvo de volar por los aires, y acto seguido lo del cabezazo. "Rafaelillo" no lo planteó ni a la antigua ni a la moderna, hizo de aquello una cuestión de dos pares, simplemente.



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