Vicente Ruiz “El Soro”, que no había sido ningún artista, nada más que un torero honrado, valiente, variado de capa y grandioso banderillero, armó la revolución en una Valencia taurina que andaba adormecida allá en los primeros años de la década de los ochenta y en muy poco tiempo se convirtió en auténtico ídolo de un pueblo, Foios, de una comarca, la de l’Horta, y de Valencia.
Forma parte de la historia desde aquel infausto 26 de septiembre de 1984 y por muchos más motivos de la memoria de muchos aficionados. Si repaso las primeras notas de las corridas a las que iba, cuando tenía no más de 12 años, en todas aparece el nombre de El Soro en aquellos carteles. Nunca me cansaré de repetirla la anécdota cuando un buen aficionado me dijo: “Yo he aprendido a ver toros en Madrid”. Tras pensarlo unos segundos, le contesté: “Pues yo he aprendido a ver toros en Valencia y viendo a El Soro”. Porque la verdad es que el sorismo arrastraba a la gent de l’Horta, de donde soy, de donde es mi padre que es quien me llevaba a los toros entonces.
- És això veritat? –le pregunté.
- Sí, aixó m’han dit.
Uno no puede evitar torcer el gesto y preocuparse. Porque no es necesario. En cambio, otra vez Vicente está enormemente ilusionado, porque ve la luz. El hombre sueña de nuevo con encontrarse con el torero, y falta le hace. Es una nueva moneda al aire y el único que lo ve claro, junto al cirujano, es Vicente, que ahí ve de nuevo a El Soro. Pero un nuevo revés, que no sería nada descabellado, habría que saber encajarlo y no venirse abajo. Para todo, suerte.
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La gente, que abarrotaba la plaza e incluso llenaba las terrazas de los edificios próximos al coso, iba para la cremà de la noche, venía de la mascletà del mediodía -pasando por la paella- y lo único que quería ver allá era fiesta fallera.
Y tuvo fiesta fallera. Se la dio El Soro con emocionante entrega, hasta colmarlo de felicidad. El Soro es el único torero verdaderamente integrado en la valencianía, la conoce y la siente, y de ahí le sale ese toreo vibrante y barroco que podría ser exhibido con éxito en la plantà, para pasmo de propios y extraños. Un toreo meritísimo, por otra parte, pues largas cambiadas de rodillas a porta gayola no sujeta la violenta embestida de un toro en los mismísimos medios ciñéndole chicuelinas y verónicas.
PD: Perdón por tan largo post, pero es que me ha salido así.
patirem molt, pero si el Soro reapareix, alli estarem.
ResponderEliminarcom sempre, ole torero!!