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24 octubre 2007

buena memoria

Mi abuelo, que goza a sus 85 de una excelente buena memoria, me dio a leer ayer el artículo publicado el pasado lunes 22 de octubre en la llamada cuarta página de la sección de opinión de El País, donde por cierto echo de menos la viñeta de Máximo -¿dónde está? El articulo se titula La huella de la violencia anticlerical, cuyo autor es Julián Casanova, Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.

Recomiendo su lectura completa y extraigo los dos últimos párrafos del texto:

"La persecución anticlerical convirtió a la Iglesia en víctima, la contagió de ese desprecio a los derechos humanos y del culto a la violencia que desencadenó el golpe de Estado, y malogró cualquier atisbo de entendimiento entre los católicos más moderados y la República. El anticlericalismo sirvió también para que los vencedores ajustaran cuentas con los vencidos, recordándoles durante décadas los efectos devastadores de la matanza del clero y de la destrucción de lo sagrado. Después de la guerra, las iglesias y las tierras españolas se llenaron de memoria de los vencedores, de placas conmemorativas de los "caídos por Dios y la Patria", mientras se pasaba un tupido velo por la represión que en nombre de Dios habían emprendido y seguían llevando a cabo gentes piadosas y de bien. La conmoción dejada por el anticlericalismo tapó el exterminio en nombre de la religión católica y sentó la idea falsa de que la Iglesia sólo apoyó a los militares cuando se vio acosada por esa violencia persecutoria.

No hay en la actualidad ningún historiador riguroso que silencie esa violencia anticlerical y pueda eludir su análisis e interpretación. La jerarquía de la Iglesia católica, sin embargo, nunca ha condenado la sublevación militar que la desató ni tampoco siente la necesidad de pedir perdón por bendecir y apoyar la violencia franquista durante la guerra y en la larga dictadura que la siguió. Prefiere reconocer únicamente a los "mártires de la fe" y rendirles culto. Así las cosas, la Ley de Memoria Histórica fomenta, según los obispos, la división y el enfrentamiento, mientras que las beatificaciones y canonizaciones sólo pretenden "cumplir una deuda" con esos mártires, "ejemplo vigoroso de fortaleza y testimonio". Es la diferencia entre una solemne ceremonia en el Vaticano, con todos los medios de comunicación pendientes y una amplia representación de las autoridades políticas españolas, y la apertura de fosas en busca de los restos de esos miles de asesinados por los franquistas que ni siquiera fueron inscritos en los registros civiles y de los que se ignora todavía el lugar de su muerte. Mientras dure ese desequilibrio de recuerdos y lugares de memoria, el pasado seguirá abierto".

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