Acostumbrado a los pequeños recintos, a la cercanía del escenario, al calor humano recogido, que te lleven, y encima en un domingo víspera navideña, a uno de los pabellones de la cada vez más magna Fira de Mostres de València, a uno le trastoca. Más, los inevitables jaleos que suceden en esta Valencia tan hermosa cuando a un gran acontecimiento las autoridades no le echan las cuentas pertinentes como fue el concierto de Fito y Fitipaldis.
Porque hay que decir que lo de Adolfo, Adolfito, Fito Cabrales, y sus Fitipaldis es un fenómeno en toda regla. Que a uno le alegra y le puso a pensar también, mientras esperaba, atónito, a que se hiciesen las diez en punto de la noche para acceder como medio acreditado al concierto, porque por alguna razón no podía ser ni a las 21:00, las 21:15 o las 21:35, y veía pasar la variopinta amalgama de público que se congregó en el recinto ferial. Algún melenudo, los menos, de la época pretérita de los Platero, mucho engominado moderno a la par que desaliñado, tantos como niñas bien monas y maquilladas, gente difícil de catalogar así a vuelapluma y otros y otras decoradas cual árbol de navidad, se reunían alcanzando un número que superaría de largo las 10.000 almas para presenciar un concierto en el que rock and roll pegadizo de toda la vida haría las delicias de todas ellas.
Lo dicho, Fito es todo un fenómeno. La fórmula la exprime de manera más que correcta y en cada una de las cuatro entregas de estudio realizadas ha conseguido sumar más y más adeptos hasta conseguir rematar una gira de más de un año de duración con la excusa de su último trabajo, “Por la boca vive el pez” editado en 2006, y que concluye en vísperas del nuevo 2008 con una cantidad enorme de discos vendidos.
Eso es todo un fenómeno digno de estudio que dejo a los más osados. Por lo demás, la simple alegría de que Fito Cabrales haya fabricado un producto que respira rock and roll por los cuatro costados, que reciba el visto bueno de los más puristas y que enganche al gran público, que es realmente lo complicado. Secreto no se si tendrá alguno escondido. Por lo visto y escuchado, es rock and roll pegadizo (el a, e, i, o, u) y letras inteligibles interpretadas por Fito, que no tiene otra que caer bien también desde lo más alto del éxito, y una banda que aporta calidad, variedad y frescura. La guitarra selecta de Carlos Raya y el saxo de Javier Alzola son co-protagonista de un sonido en el que también intervienen de tanto en tanto sonidos tan peculiares como los del hammond y el acordeón.
Todo se junta en grandes hits como “Viene y va”, “Me equivocaría otra vez”, “La casa por el tejado”, “Rojitas las orejas” o “Soldadito marinero”, que hacen las delicias y centran el espectáculo en lo musical y que se completa con las licencias instrumentales, que aunque para muchos sea una pena no poder cantar, evita así los momentos de relleno, algo que siempre es de agradecer en más de dos horas de concierto. Fito, el fenómeno, se debe a su público. Lo sabe de sobra llegado al momento en el que se encuentra su carrera y tiene la fórmula.
www.fitoyfitipaldis.com
Publicado en vinilovalencia.com
Sí que és cert que per als qui estem acostumats a assistir a concerts menys comercials o si més no d'un rock'n'roll més dur, sorprèn este tipus d'events. Ja feia temps que no anava a concerts massius que em fan recordar, tot salvant les distàncies, festivals com el Viñarock. Jo entraria en eixe marge de nostàlgics que inconscientment (i innocentment) pensen que van a veure Platero y tú...
ResponderEliminarMalgrat adonar-me que no, fou un concert musicalment impecable. Un autèntic delit els solos de saxo i els detalls dels teclats.
Un detall que em cridà l'atenció fou el format pseudo-cinema i pseudo-programa_de_TV que li van donar a l'espectacle. Ho dic per la introducció que passaren en les pantalles a ambdós costats de l'escenari i pel break-dance a meitat de show del paio aquell que no sé ben bé què pintava.
Salut!