Ayer, por veté tú a saber qué rebuscadas razones, cualquier corrillo que se precie tenía que meterle mano a la foto de los Príncipes de Asturias. La mesa camilla o lo que fuese aquel mueble escondido debajo del mantel rosado; él con jersey y camisa y ella con manga corta; el color y la escena. Ayer, este país tuvo franjas a lo largo del día en el que se multiplicaron por una barbaridad los entendidos en fotografía y sus críticos.
Se salía de la agenda esta foto. Un príncipe no cumple todos los años cuarenta y los corrilleros de turno tienen por costumbre sacar a relucir sus conocimientos en Photoshop en fechas navideñas, cuando la Casa envía las felicitaciones. Pero estas fotos han caído como una auténtica bomba en los medios de rigor y en décimas de segundo todo el orden y concierto que presentaba la actualidad se vio descabalgada. Por favor, pero qué fotos son éstas. Qué antiguas son.
Sí, probablemente las fotos enviadas ayer sean descartes de navidad. No suframos. A lo mejor algún árbol de navidad, algún belén, se esconde por debajo de alguna capa del Photoshop. Tal vez. Lo cierto es que en el furor del día, en el intenso zapeo persiguiendo cada opinión, saltó una muy avispada que vino a ponerle el cascabel al gato y a desentramar uno de los misterios que escondían aquellas fotos. Dijo, mirad el pelo, mirad. Y denunció, fijándose en los cortes de pelo (o no cortes) de la real pareja: "esas fotos no son recientes". Vamos, que nos han timado, que a lo mejor tienen mes y medio quería decir.
Pasadas 24 horas, cuando pensaba que todo estaba más tranquilo, que las fotos ya habían sido asumidas: la crisis. Ahí andan en un corrillo de a dos, que simpre es mucho más intenso y se asemeja a un combate de boxeo, golpe va, golpe viene, debatiendo si Felipe, está realmente preparado para sus labores o si vive de espaldas a la realidad, porque la verdad, esas fotos son como muy de cuento, dicen.
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