23 agosto 2008

la tele, al parecer, afloja a bilbao

Taurinamente hablando. O eso es lo que parece. Hoy Matías le ha dado una oreja a Eduardo Gallo --metido con calzador en la feria porque lo lleva la empresa-- por una faena sin mando ni poder en la que el torero al cuarto muletazo de cada serie no tenía otra opción que agarrarse al lomo del toro si no quería salir despedido. Es decir, que no había toreo. Pasaba el toro una vez y otra, pero nunca iba toreado.

Tanto la afición pija, repija de Bilbao como el propio Matías andan flojos de moquero. Esa oreja la pongo en duda hasta en mi amada Valencia.

Por lo demás, que El Cid, salvo el pinchazo previo a la estocada, estuvo perfecto con el primero, mirón y siempre midiendo, mientras que en el cuarto nunca lo vio claro y acabó pronto. Que Manzanares encontró demasiados problemas y mansedumbre en el segundo y en el quinto sosería. Y que Gallo se encontró con el premio de buenas a primeras, y en el sexto por la vía efectista trató de ver si volvía a colar, pero para entonces la afición, entre chubasqueros y paraguas, ya se había despsitado y sólo pensaba en pintxos y txacoli.

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