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22 julio 2011

feria de julio/ valència despide a vicente barrera por la puerta grande

Vicente Barrera en la salida por la Puerta Grande.

Plaza de toros de València, 21 de julio de 2011. Feria de Julio. Toros de Juan Pedro Domecq de muy justa presentación y casta (1º, 3º y 6º). Los mejores 2º --ovacionado en el arrastre-- y 5º. Para Vicente Barrera, que se despedía de esta plaza (silencio y dos orejas), El Cid (una oreja y ovación) y Daniel Luque (silencio en los dos). Más de media entrada (unos 6.000 espectadores). [VÍDEO]

Vicente Barrera se despedía de su plaza y su afición decidió sacarlo por la Puerta Grande. Esa afición a la que impactó una mañana de marzo del 92 el día de su debut como novillero y a la que le regaló faenas para el recuerdo. Como las del día de San José en el 96 o aquella tarde de julio con los Victorinos y muchas más a lo largo 17 años de alternativa que se cumplirán el próximo 25 de julio, aquel día con toros de Moura y Curro Romero de padrino y Litri de testigo.

El público valenciano no quiso fallarle a Barrera en su adiós y le premió con la salida por la Puerta Grande. Generosa a todas luces tras una faena correcta al calor del sol, sin especiales brillos, pero hecha con el corazón y bien rematada a espadas.

La carga emotiva vino con la pausada vuelta al ruedo despidiéndose de todos y cada uno vestido de luces --bueno, de blanco y azabache, en el atuendo falló Barrera-- y besando el albero. Para quien firma, Vicente Barrera fue el primer novillero que le enganchó a uno cuando, servidor, todavía era un mocoso. Por ello y muchas más tardes ya demasiado lejanas, gracias, Vicente.

Pero el toreo es cuestión de actitud y de otras muchas cosas más. Y cuesta mucho mantenerse arriba. Vicente Barrera lo logró durante un lustro, que no es cualquier cosa. Pero la obligada renovación del escalafón, cogidas y lesiones a destiempo con la consiguiente pérdida de sitio, lo fueron apartando.

Pero en València nadie le discutió su sitio, al contrario: siempre fiel, le dio esa chispa que siempre necesitó su mucha afición para seguir.

Barrera empezó la tarde desangelado, claro síntoma de retirada, y entre él y la simplería del primer 'juampedro', acabaron aburridos.

En cambio, El Cid, inmerso en ese constante reencontrarse consigo mismo y la actitud de figura defendiendo su sitio, ha tenido en València un filón bueno esta temporada.

Triunfó en Fallas con la corrida del Capea, cuajó a medias a un Victorino en el mano a mano ganadero con Miura, y esta vez por julio no se entretuvo para exprimir al buen Domecq que le salió en primer lugar.

'Vaya-tío' se llamaba. Y así era, un tío con cuajo, remate, alegría en el galope y esa punta de casta hasta que le duró.

Porque ya digo, El Cid lo exprimió. Correcto de capa, quite incluido, dándole lo justo en el caballo y luciéndolo mientras pudo. Así, inició clásico sobre la diestra, en los medios, con metros de distancia y esa seguridad de que iba a meter al toro en la muleta sí o sí.

La tela por delante en clara apostura 'cidista', ni una duda, temple y ligazón. Todo por abajo, que es el único sitio por el que El Cid sabe hacer el toreo. Reunido en redondo, largo y curvo el trazo en tres series bien rematadas con el de pecho. Y por la izquierda otras dos series más, pero de menor mando.

Con el toro ya más quedado El Cid no veía la forma acabar entre alardes y arrimones que más que sumar restaron. Estocada desprendida y algo trasera, oreja.

El Cid una vez más se volvió a llevar el lote de una corrida de Juan Pedro que tuvo dos toros, toros --primero y segundo--, y el resto más anovillados.

El quinto, jabonero sucio y demasiado bajo, tuvo que torear. Siempre engallado y enseñando las puntas, embistió a regañadientes. El Cid tuvo que llegarle mucho, echar la pata adelante y tocarle fuerte para hacerlo romper. Primero sobre el derecho en dos tandas y luego una sobre la zurda con la que ya se metió entre los pitones. El pinchazo le privó del trofeo, dejando toda la Puerta Grande para Vicente Barrera.

Para Daniel Luque fue el peor lote. Sólo pudo dejar lo mejor de su actuación con la capa. Su primero fue un anovillado 'juampedro' con el que únicamente pudo ponerse bonito en un trasteo carente de emoción. El sexto fue un jabonero enano sin casta alguna que no sirvió para nada.
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