07 septiembre 2011

¿por qué le gustan los toros a albert boadella?

Aquí el decálogo que reveló el pasado 5 de septiembre en el pregón de la Feria taurina de Albacete, que arranca mañana.

1) Me gustan los toros porque exaltan la individualidad. Vivimos una fiebre de igualitarismo donde la singularidad, el valor, el sacrificio altruista o la excelencia profesional, se presentan como conductas en desuso fuera de los hábitos rentables del momento. Las masas marcan hoy la corrección práctica y colocan el prestigio en aquellas cosas que consideran a su propio alcance, o sea, al alcance de cualquiera.

2)La segunda razón del decálogo es porque los toros representan la más completa metáfora de la vida. Lo que acontece sobre la arena son los hechos esenciales que mueven nuestra existencia. La vida y la muerte, el dolor, el miedo, el valor, la belleza, la astucia, la prudencia y el arrojo, pero ante todo, el conocimiento y la inteligencia para actuar en el momento preciso. Exactamente como en la propia vida.

3) La tercera razón de mi decálogo es que me gustan los toros porque no se trata simplemente de un espectáculo. Quizá esta afirmación pueda parecer sorprendente en un comediante pero habrán podido observar que siempre me he referido a la tauromaquia como un ritual. El torero está más cerca del sacerdote que oficia un sacrificio en la misa que de mis propios actores cuando representan una obra y tratan de ofrecer un espectáculo al público en este mismo teatro.

4) El cuarto motivo de mi afición es porque los toros son pura poesía. Existe una confusión generalizada cuando atribuimos la poesía exclusivamente a unos escritos que ocupan la parte central de un libro dejando amplios márgenes a los dos lados. Es una visión muy parcial de la poesía. Una visión limitada estrictamente a lo literario. En especial, si tenemos en cuenta que todo arte ya es de por sí un acto poético. La esencia de la poesía significa que con los mínimos elementos se consigue la mayor emoción. Unos simples pigmentos mezclados con aceite para que Velázquez pintara las Meninas. Una pequeña caja de madera y unas cuerdas de tripa en las que Paganini interpretaba sus maravillosos conciertos de violín. Un trozo de mármol para que Miguel Ángel esculpiera La Pietá con una simple escarpa y el martillo. El espacio vacío de un escenario para que un actor, sin más artefacto que su cuerpo y la palabra, se convierta en personaje épico y nos traslade a otro insospechado universo.
Pues bien, esta misma pauta es empleada por el torero que con un sencillo trapo en la mano, solo, en el centro de la plaza, se enfrenta a un animal feroz de media tonelada.

5) El quinto motivo es la condición efímera de una lidia. En una época en la que todo parece reproducible y la mayoría de las emociones son inducidas desde la electrónica o los satélites, el ritual taurino, una vez realizado en directo se convierte para siempre en memoria emotiva porque no es un arte perenne como la pintura, la escultura, la arquitectura o la escritura que pueden permanecer siglos conmoviendo. El torero solo posee una única oportunidad para llegar al público, su arte se quema en el preciso instante que aparece. Una u otra faena memorable la conservamos grabada en nuestros recuerdos más hondos porque sabemos que es única y aquello no se volverá a producir jamás de igual manera. Si hemos tenido la fortuna de presenciar una lidia memorable debemos considerarnos seres privilegiados...

6) El sexto motivo de mi afición es porque la tauromaquia se mantiene despegada de la moda. No sucumbe al frívolo complejo de modernidad que contamina hoy las artes y la sociedad en general.

7) La séptima condición de mi fervor taurino es porque prima el mérito. La inducción al mérito y la excelencia han desaparecido de España en la mayoría de actividades. Son términos considerados ahora, entre los adeptos del sectarismo progresista, como algo de índole reaccionaria que se enfrenta al concepto de igualdad.

8) La octava razón es porque el ritual taurino venera la naturaleza. El toro es el único animal salvaje de Europa al que le ha sido respetado su espacio vital. Al resto, en mayor o menor proporción, el hombre ha ido invadiendo paulatinamente su terreno.

9) El noveno motivo de mi decálogo es porque implanta una forma de pueblo soberano. Nada que ver con las artes escénicas donde el público es un mero observador. O bien, en los deportes, donde como máximo, las masas animan a su equipo pero amedrentan ferozmente el contrario y si tienen ocasión les lanzan objetos encima. En los toros el público es determinante para el éxito de una corrida.

10)
Finalmente, la decima y última razón de mi afición taurina es porque tenemos los anti taurinos. Comprenderán ustedes que un hombre sin enemigos es alguien de no fiar. Por este mismo motivo debemos considerar una suerte para los aficionados poseer adversarios que persiguen la desaparición de la tauromaquia. Ello nos obliga a reflexionar sobre las razones del apego a los toros y nos cuestiona en cada momento nuestra propia ética ante el sacrificio que se ofrece en la plaza. En última instancia, los taurinos siempre conservamos una ligera duda sobre la legitimidad de nuestra afición. Esta es la gran diferencia con los animalistas o taurófobos, los cuales no se plantean nunca la posibilidad de error en sus creencias.

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