23 septiembre 2011

y hoy volvemos a barcelona para ver toros

La primera vez que fui a Barcelona fue con el colegio. Íbamos en autobús y estábamos en séptimo u octavo de EGB. Nos llevaron al Camp Nou, a la Sagrada Familia y al Olímpic de Montjuïc. Pero pasamos por la plaza de toros de Las Arenas, que de tan grande y torera confundí con La Monumental. Torera y grande sí era Las Arenas y más desde los mismos medios.

Volví a Barcelona al poco tiempo con mi abuela y mi prima María José en un viaje en tren de ida y vuelta en el día. Íbamos a comprar telas. Mi abuela ha sido modista toda la vida. Mientras miraba y remiraba telas en una tienda de la Gran Via, andé: descubrí Gràcia i Plaça Catalunya. Luego fuimos al Corte Inglés, también al Sepu y paseamos por Les Rambles. Me compré un cojín y una bufanda del Barça que decía 'tetracampions'. Probablemente, entonces, sería 1994: cuarta y última liga de la era Cruyff.

Cuando acabamos la jornada, la telas compradas y la hora de salida del tren de regreso se acercaba, tomamos un taxi. "A Sants. Pero antes pase por La Monumental, por favor". El taxista no era catalán. Si está ahí al lado dijo. Gran Vía, carrer Marina, y La Monumental. Ya nunca para mi La Monumental tendría pérdida.

Por primera vez vería toros allí el año 2000 por La Mercé. Y luego muchas tardes más y hasta incluso varias novilladas sin picadores y alguna noche de triunfo por el Gòtic en la furgona de mi amigo Enrique Guillén cargada todavía con los trastos de torear, una oreja en el esportón y acabar tomándonos una copa con Salvador Boix.

Al Camp Nou a ver fútbol, por cierto, he ido sólo una vez, fue el día del Barça-Madrid de la botella y la cabeza de cerdo a Figo: como para no volver, vaya.

La tarde de toros más emocionante de mi vida también la he vivido en La Monumental. Fue el 17 de junio de 2007, cuando reapareció José Tomás. No fue la mejor tarde ni la más completa: sí la más emocionante, en la que el corazón permaneció apretado en un puño durante casi toda la corrida.

Y hoy volvemos a Barcelona y volvemos a ver toros, que es para lo que hemos ido casi siempre. Serán dos tardes de impotencia, rabia y tremenda tristeza: lo que dicen democracia ha decidido prohibir, abolir, censurar las corridas de toros, la tauromaquia y el arte del toreo de Catalunya argumentando las tesis antitaurinas de la defensa de los animales y ninguneando al toro bravo y a todos los aficionados. Enhorabuena, pero a lo suyo llámenlo mejor dictadura, ignorancia y falta de memoria. Por nuestra parte, volver ya veremos cuando volvemos.

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