26 julio 2013

feria de julio 2013/ el toreo es otra cosa

Cuarto festejo de la Feria de Julio. Plaza de toros de València, 26 de julio de 2013. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande (2° bis y cuarto). Para El Juli (oreja, silencio y oreja) y José María Manzanares (ovación, oreja y silencio). Más de tres cuartos de entrada (algo más de 8.000 espectadores). 

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Foto :: Rulot

Se fue El Juli a porta gayola a recibir a su primero. Con intención de darle argumento a un mano a mano que, tras tres días de toros, conseguía su propósito primero y el que más interesa: atraer al público y llenar los tendidos. Primera prueba superada. Más motivos para que El Juli enfilase el camino de la puerta de chiqueros a paso decidido. Se arrodilló más allá de las rayas, casi más cerca de los medios y solventó el trance de una larga por el pitón izquierdo que tras ese momento de respiración contenida y el revuelo propio del capote dejó entrever la realidad de un animal anovillado, de tristes defensas y sin remate.

Era un adelanto de lo que sería una corrida de toros de Domingo Hernández y Garcigrande con hechuras de novillada en la que El Juli cumplió su otro objetivo de abrir la puerta grande. Esto ya vino por los pelos. Abierta la tenía, pero con el mismo paso decidido se fue andando. La tarde, en definitiva una pantomima, no merecía ese colofón.

El de la porta gayola -el primero- ya no permitió mayores lucimientos en unos primeros tercios sin chicha. Hasta que El Juli se dobló con él al arrancar la faena. Lo metió. Una trinchera por encima del conjunto. Sobre la derecha las líneas rectas o incluso hacia afuera. Fue a izquierdas donde le soltó tela por abajo. Tres naturales se quedan para un marco junto a la trinchera inicial. Muy sujetado el animal, sobre todo en esos tres naturales ligados, templados y, eso, con la naturalidad que necesita el toreo. Lo demás a El Juli le salió eléctrico. Muy tensionado todo. En redondo, una noria. La mansedumbre del toro tampoco expresaba mayores. Vino el espadazo y ya. Orejita.

La alegría concluyó al salir el segundo. Como que se vio que venía doblada y por la espalda. Otro anovillado y renqueate ejemplar. Se fue con el moquero verde y el sobrero no es que mejorase. Pelín más apretado, más descaradito, pero lavado y seco de atras.

Manso pero con un tranco bueno, y eso que tanto importa al toreo moderno, una forma de colocar la cara formidable. Manzanares se olvidó de someter y se fue a por la estética. Pegado a tablas lo llevó el toro porque no quiso en otra parte. Falto continuidad al conjunto y misterio, vaya. La estocada fue recibiendo. La petición de trofeo sin intensidad. 

El Juli al tercero que venía a puñetazos le imprimió más brusquedad. Y eso que el inició fue la mar de torero, según la tradición de Ronda, con una rodilla en tierra. Al resto le faltó convicción y le sobró tensión, otra vez, como si cada serie fuera la guerra. Normal que no se acomplaran ni uno ni otro. Dos brutos frente a frente que al rematar con la espada se atragantó todo más aún. Tras dos pinchazos, un sablazo.

Con una punta de casta vino el cuarto, anovillado para variar. Tuvo nervio, empujó el peto. Manzanares aparcó la estética y se puso poderoso en los doblenes, saliéndose hacia afuera. El Domingo Hernández lanzaba cornadas varias cuando se iba tras las telas. Una serie, luego la indefinición absoluta. Las dudas, la falta de argumento, la espesura y la falta de aire. Le cortó la oreja porque mira. Y la paseó sin chaquetilla. Un esfuerzo, vaya.

De huída libre el quinto. Sobado por El Juli a derechas. Hacia afuera siempre. Por el izquierdo algún natural lento, más por cómo hocicaba el animal. En definitiva, poca consistencia para explicar el pinchazo previo a la estocada. La oreja concedida, el ejemplo de cómo cualquiera se traga una pantomima así. Desde el palco, a cualquiera de los que ocupa un escaño y no es más que un pagano.

Las protestas a la oreja regalada a El Juli fueron el caldo de cultivo suficiente para que el último novillejo sentase como una patada en los mismísimos. Manzanares no levantó la tarde ni estaba para ello. La pantomima se había consumado. Al final se fueron andando, la puerta de grande de El Juli no era merecida, ni el toreo y la Fiesta habían sido lo que deberían, sino otra cosa. Un abuso.

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