Lo que fue ganando conforme se acercaba la fecha cariz de gesta o toma de poder y posición definitiva, acabó siendo --sólo-- una reivindicación sobrada y absoluta de Iván Fandiño por encima de casi todo, sobre todo por encima de una corrida de Fuente Ymbro a menos y demasiado vulgar como para hacer efectivo nada. Fandiño estuvo por encima de una corrida de Fuente Ymbro sin el nervio y la raza que acostumbra a sacar este hierro, sino todo lo contrario. Pero aun así Fandiño estuvo por encima y afianzó el triunfo por ponerlo todo, no dejarse nada y hacerlo de manera sobrada.
Al final de la tarde de lo que quedaba constancia era de eso. Tal vez solo el primero exigió de verdad, pero Fandiño estuvo con él con todos los sentidos, como si no le esperasen cinco más en chiqueros. Así: el temple que imprime desde el mismo inicio, lo que traga para poder al toro que se lo piensa más de la cuenta y que no se entrega del todo a la muleta, y eso sin ninguna crispación. Era de orejón, pero pinchó dos veces. Ya no volvería a pinchar en toda la tarde.
A la vulgariadad del segundo bis le ligó series de cinco y seis muletazos y le pegó espadazo de libro. Ni una duda, prodigio de temple, el ajuste, el encaje, las mondeñinas de remate. Caía la primera oreja. Un quite con superglú al tercero, y remate ajustadísimo. Parecía el toro que necesitaba la tarde, pero bajó la persiana de la raza y la casta cuando tocaron a muerte.
El quinto fue, por fin, el otro paso adelante. Ni un mísero regalo a Iván Fandiño en el camino de la gloria. La embestida rebrincada, por encima del palillo. Muy las claras la sensación de exposición de Fandiño a la hora de hacer el toreo: del intento al hecho. El temple, el poder, el sometimiento, el trágala y el ceñimiento. Y la contundencia de un espadazo en corto y por derecho. Dos orejas.
Fandiño se había encerrado con seis toros que no fueron la explosión de casta que todos deseaban. Quedó silenciada la gesta de Fandiño por ahí, pero de forma insultante quedó patente la capacidad de Iván de Orduña de hacer el toreo al toro que le presente un rendija por mínima que sea. El valor, el temple, la pureza, el poder y el mando. Y sobre todo la naturalidad. Fandiño mató seis toros, lo puso todo y, lo más importante: lo hizo con pasmosa naturalidad.
Por cierto, un espectáculo el comportamiento y el respeto del público de Bayona al rito. A tener en cuenta.
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