A la primera serie, el toreo y la profunda y seria embestida, con mucha
pausa, como recreándose o poniendo a prueba el corazón de un Urdiales
que se encajó, jugó la cintura y corrió la mano con tremenda
naturalidad. Dos tandas que vencieron al viento y dieron la bienvenida a
la lluvia en medio de una intensa emoción. Un cambio de mano dejó volar
la muleta natural. Y por ahí Urdiales llegó a levantar al personal de los asientos...
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