Plaça de bous d'Algemesí, 26 de septiembre de 2013. Sexto festejo de la Setmana de Bous. Novillos de Ana Romero, bien presentados y encastados. El mejor por templado el primero. Con peligro el segundo. Tomás Campos (silencio y una oreja); Álvaro Sanlúcar (silencio y ovació). Más de tres cuartos. [VÍDEO Y GALERÍA]
El santa coloma que abrió plaza salió distraído. Sin una idea fija. De aquí para allá, persiguiendo todo bulto. A su manera, le dieron fuerte en varas. Por si aplomaba, y lo que sacó fue ese ritmo que es el tesoro más preciado de los grises santacolomeños. Temple y entrega. Por ahí Tomás Campos demostró lo avanzada que lleva la carrera y lo que en principio era un constante gazapeo lo tradujo en naturales de excelente factuaración. Se vino arriba el novillo, el novillero y una faena que cavó sus cimientos por la mano izquierda. Y lo que es el toreo, que sometió, mandó y ligó una embestida que ganó en entrega. Campos marcó sus tiempos, dotando de sentido al conjunto hasta torear a placer desde la sobriedad que le caracteriza, también en redondo y alargando una faena a la que el novillo tuvo que marcar su final rajándose y llevando la relación a su terreno, la querencia de chiqueros. A partir de ahí se complicó cuadrar al animal y luego con la espada Tomás Campos falló una y otra vez, perdidos los terrenos y, consecuentemente, el trofeo que tenía ganado.
La espada no le jugó la mala pasada con el tercero y con eso, una estocada baja, y poco más, arrancó la oreja, la única del festejo. La tarde fue de esfuerzo constante. La casta y su sentido es lo que tiene. Los grises de Ana Romero fueron lo que debían. Se les empezaba a ganar por la mente. Y por ahí también acababan por impornerse. Tomás Campos y Álvaro Sanlúcar alcanzaron hasta cierto límite. Gustaron en un turno y dejaron alguna duda en otro. Y la novillada puso la casta por delante, le dieron en varas sin ahorros, algo que, por cierto, no acusaron. Lo que sí hicieron notar es eso: el sentido de la casta... para bien o para mal. Y eso junto a su seriedad y cuajo, en el tipo, y rondando los cuatro años, hizo el resto.
Por ejemplo, la nobleza del primero, ese temple y manejabilidad que tuvo se descompuso totalmente con el segundo. Un cárdeno claro de mirada vivaracha y un sentido que no dejó de desarrollar desde que pisó el albero, marcando sus terrenos, parándose y midiendo al milímetro a quien se le ponía por delante. Una prenda, en fin, ante la que Sanlúcar nunca se entregó. Precavido siempre, no dio la mínima opción. La embestida venía muy repensada, sin claridad por el derecho y revolviéndose presto por izquierdo y apuntando a los muslos. De no darse coba.
Reaccionó Álvaro Sanlúcar y su faena al cuarto tuvo peso. Sacó la raza y el pulso que echó con el 'anarromero' acabó por saborearlo. Novillo incierto. Marcó por el izquierdo el peligro, se coló dos veces en los capotes de la cuadrilla y cuando se pusó por ahí Sanlúcar el derrote a la mandíbula fue para dejarlo KO. Pero fue por el derecho por donde le trago, lo desengañó hasta llegar a abandonarse sobre los riñones en redondo, de uno en uno. El mérito fue llegar hasta ahí, limar las asperezas y tragarle por el izquierdo. Jugó con fuego hasta pasarse de rosca y complicársele la espada donde las dudas al final las resolvió de estocada al encuentro, pero perdiendo toda opción de trofeo.
La tarde en eso, en cuestión orejera, supo a poco. Solo cayó una oreja y fue por una faena rácana de Tomás Campos. Fue al tercero, el novillo de menos inercia. Que venía rumiándoselo en exceso y al que por lo tanto había que esperar. Luego rompía sin demasiadas profundidades. He ahí la exigencia: buscar esa profundidad, ponerla. Pero predominó la ligereza. La estocada fulminante maquilló el conjunto con la orejita.
No hizo mella. Al contrario que la casta de los novillos de Ana Romero, que dieron sentido a la tarde. Desde la duda hasta la sensación de sentirse capaces y querer demostrarlo frente a una 'novillada de toros'.
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