Plaça de bous d'Algemesí, 24 de septiembre de 2013. Cuarto festejo de la Setmana de Bous. Novillos de Santiago Domecq de correcta presentación y nobles en general para José Garrido (dos orejas y orejas) y Lama de Góngora (una oreja en cada uno). Casi lleno. [VÍDEO Y GALERÍA]
Triunfaron todos. Empezando por una novillada de Santiago Domecq de hechuras bien rematadas. Guapa, preparada para embestir y poner el toreo en bandeja. Y ahí hubo uno que se destacó en una tarde redonda: José Garrido, que llegó a Algemesí y pegó un arreón tremendo sin medio aspavimiento y dejando ver un poso de figura no en el valor ni en las formas ni en lo cerca que se pasó cada embestida ni en una zurda de enorme sabor. Garrido se distingue en la suavidad de los toques, al tiempo, oportunos y de enorme sutilidad. Y así le vuelan las telas: al natural sacó algunos a toro parado de enorme mérito, de vuelos y muñeca. Lama de Góngora también se fue por la puerta grande, pero le faltó rotundidad.
La novillada de Santi Domecq por nobleza y casta rozó la perfección. El que abrió plaza, 'Observador' su nombre, guapo por hechuras, ya salió con el temple de fábrica, aunque en el caballo ganó la partida y acabó siendo picado en el centro del caudrilátero de Algemesí, que vivió una tarde más de calor, en la que ya la Setmana empieza a escocer: de los tres cuartos de plaza a la hora del paseíllo se alcanzó el casi lleno al cuarto y último. A la hora de la merienda se ve que alguno chivaría de lo bien que estaba saliendo aquello y los cadafaleros más rezagados remataron la tarde de toros.
El temple de ese primero duró lo que duró ante la muleta templada y baja de Garrido. Ni una duda, ni medio tirón. El pulso, por dentro y por fuera. El compás. Los riñones encajados, la cintura al ritmo de la embestida, y todo bien apretado sin artificios huecos: con ajuste, ni media ventaja. La pierna que carga, adelantada. La zurda, vale un riñón. La diestra no se queda atrás. Y el arrimón fue de padre y muy señor mío (vuestro). Ya con el animal aquerenciado, pegado a las blancas tablas y los pitones a la taleguilla. Sin cambiar la respiración. El arreón fue de aquella manera. Las dos orejas, de verdad.
Otro arrimón así se metió con el tercero cuando lo metió en los vuelos de su zurda. Se atracó --se atraca- de toro con el capote. Se echa de salida las embestidas muy encima. Pero luego, la chicuelina la borda, le vuela el capote y se trae la embestida enganchada. Dos quites dejó: la chicuelinas al tercero, muy amorantadas, de las que salió volteado sin consecuencias al intentar la media, y el vistoso de frente por detrás por caleserinas a su primero.
Si hubo un punto negro en la buena novillada de Santiago Domecq fue el colorado y feuco, por chepado, largo y silleto, tercero. Pero nada que no se solucionase desde el temple, el valor y la cabeza despejada. Más informal en la embestida, Garrido vio como los enganchones se sucedieron tras un inicio por ayudados en el que el animal siempre le vino muy cruzado. Pero buscando las vueltas, la luz la encontró por la mano izquierda. La echó donde embisten, quedó ese tiempo en la triple conjungación, en el 'parar' (del parar-templar-mandar), y los naturales de repente se fueron tal cual hasta detrás de la cadera. Hubo uno de los que no se olvida. Cintura, pecho, riñones barbilla, los vuelos, la suerta cargada, ni medio retorcimiento. En redondo bajó el temple, la relación con el novilló, pero uno del desdén fue de aquella manera. Vino otro arrimón como para montarse encima y un espadazo a ley, que necesitó de descabello. Eso fue lo que le privó del doble trofeo. Quedó un orejón.
El lote de Lama de Góngora fue notable. Con esa pizca de motor el segundo, apretado, hondo, aunque demasiado 'cómodo' de pitones. El ritmo lo acabó por marcar en novillo. Lama resuelto pero siempre al hilo, ligero y sin imprimir hondura. Donde más se rebozo fue en los de pecho, al conjunto le sobró crispación y le faltó el mando que absorviera las embestidas. Y así, con la sosa nobleza, muy a menos, el que cerró plaza. Muy por fuera, los muletazos salieron ligeros en conjunto, liníales, de expresión artística forzada. Otra colocación y otra apostura y todo encajaría mejor. Lo mejor en Lama de Góngora fue cómo resolvió con la espada tras pinchar de primeras a sus dos novillos. De especial rotundidad la estocada al cuarto. Ahí fue donde de verdad sacó la raza para que no se le escapase la puerta grande.
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