Sobre la nota difundida por la Unión de Picadores y Banderilleros (@unpbe) decir varias cosas. Primero, que más allá de tratar de arreglar el mundo, el comunicado tiene intención de lavado de imagen tras la persecución que viene sufriendo el férreo sindicalismo de picadores y banderilleros desde cierta parte de la prensa y la afición. El penúltimo párrafo es el que viene a dar sentido al comunicado --donde se refieren a las acusaciones que reciben, hablan de sus sueldos "humildades" e "insignifcantes"--, porque la verdad es que, por lo demás, no se entiende que sean los subalternos los que vayan con sugerencias a la administración pública sobre cómo tienen que ser los pliegos de condiciones de las plazas de toros de las que son propietarias, cuando ningún otro estamento del sector se ha movido al respecto de forma notoria ni mucho menos concreta.
Así, y pese a no faltarles parte de razón en lo que expresan, la nota de prensa de la Unión de Picadores y Banderilleros en el mismo momento de lanzarse --de publicarse--, ya cae en saco roto, porque no son el interlocutor al que escuchar desde la administración (una vez más, como siempre, la comunicación es hacia dentro; el taurino por norma general no sabe comunicar hacia afuera). Pero pese a ello se aplaude la intención.
Más allá, lo que viene a demostrar más la situación que la nota en sí, es la total inoperancia de la supuesta industria taurina. Una vez más. Que sean los subalternos los que levantan la voz, aunque está quede silenciada antes de llegar a su supuesto destinatario (la diferentes administraciones), dice bien poco de los poderosos del cotarro: empresarios y figuras. Dice bien poco de un sector que carece de los interlocutores válidos para negociar a favor del interés general de la Tauromaquia.
El ombliguismo agudo tan propio del taurinismo, también queda al descubierto. Como si a la administración pública o a cualquier tipo de casero propietario de una plaza de toros tuviera que interesarle que lo que se ofrezca sea "un espectáculo digno y de calidad", si la diatriba sobre lo que es digno y de calidad ya es la más cainita de todas las disputas internas. La primera preocupación de las propiedades será la rentabilidad. Esa es su coherencia, y no mirar por el aficionado y ni mucho menos lograr que el dinero del toro revierta en el toro. Como si las administraciones públicas no tuvieran cientos de preocupaciones más.
Lo dicho ombliguismo agudo. Como si no hubiera nada más. Aquí, más temerarios que los propios pliegos son los propios taurinos, que carecen de plan, de acción y de voz autorizada y coherente para comunicar y negociar. Bonito el gesto de los subalternos, pero no dejan de ser eso: subalternos. Esa responsabilidad la deberían ejercer otros, pero carecen de los instrumentos necesarios y tampoco muestran especial interés por lograrlos.
Empezando por la "defensa de un espectáculo digno y de calidad". Pero ahí ya son muchos lo que se atragantan. Al toro, por ejemplo, ya ni los banderilleros lo mentan.
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