Se lidiaron tres toros de Juan Pedro Domecq y tres de Parladé
(segundo, tercero y sexto, éste como sobrero), bien presentados.
Destacaron primero y sexto.
Enrique Ponce, silencio y silencio.
El Cid, silencio y silencio.
Javier Jiménez, que tomaba la alternativa, ovación y una oreja.
Tres cuartos de entrada en tarde calurosa.
Enrique Ponce, silencio y silencio.
El Cid, silencio y silencio.
Javier Jiménez, que tomaba la alternativa, ovación y una oreja.
Tres cuartos de entrada en tarde calurosa.
Resumen 5ª de Abono 2014. Enrique Ponce, El Cid y Javier Jiménez from Maestranza Pagés on Vimeo.
Vía :: El Mundo | Así empieza la crónica de Zabala de la Serna.
De la habitación 408 de la Casa de la Salud de Valencia a la 515 del Hotel Colón de Sevilla, han pasado 1.104 horas de dolor y 46 días de rehabilitación contra el reloj aferrrados a la vieja filosofía, que nunca debió morir, de lo que significa ser figura del toreo. A las 18.00 horas, Enrique Ponce cerraba la puerta de la 'chambre' y dejaba atrás la última sesión de fisioterapia, la memoria de la cornada, los 25 centímetros de desgarro bajo el pecho y la placa de recuerdo del doctor Villamor en la clavícula estallada como la 'mascletà' de aquel brutal 18 de marzo.
El compromiso con Sevilla en este 3 de mayo de calor sofocante tiró del cuerpo de Ponce. Al fin y al cabo el ejercicio de responsabilidad sostenido durante 25 años se hacía realidad cuando a las 18:30 horas sonaban los clarines, chirriaban los goznes del portón de cuadrillas y el maestro de Chiva se hacía presente de gris plomo y oro sobre el albero incendiado de la Maestranza.
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