Fotos :: Juan Pelegrín - Las Ventas
Zabala de la Serna:
Impresionante Román. Tremenda su manera de jugarse la vida, bestial la forma de exponerla y formidable su entrega; bárbara verdad con la que se presentó, y despidió, de novillero en Madrid. La promesa de Valencia se pasó 40 veces por las espinillas los pitonazos geniudos del rebrincado quinto siempre con la muleta por abajo, sin pestañear un muslo, sin mover una zapatilla. Silbaban las balas. Los tornillazos se sucedían en ráfagas de cuatro por pase. El novillo/toro de Fuente Ymbro apretaba por dentro, se mordía la rabia, el veneno amenazante de sus puntas. Un trago de ricino que se bebió el chaval bajo los tendidos del «1». La sombra inquieta entre el ¡uy¡ y el ¡ay!; acongojantes y meritísimas las bernadinas. Como la oreja conquistada a sangre y fuego tras media estocada y un certero golpe de descabello. Los inconformistas de siempre protestaron con crueldad inhumana.
Román ya había mostrado sus cartas de presentación con el manso, huido y acarnerado segundo de Ricardo Gallardo. Lo entendió en paralelo a las tablas, en su querencia, en su refugio, otra vez con el secreto de arrastrar la muleta por debajo del hocico y dejársela puesta constantemente
Patricia Navarro:
Román no toreó bonito. Román llegó de Valencia a Madrid, el día de su presentación, para estrujarnos las emociones y abocarnos al vacío. Román pisó Las Ventas ayer para dejarse morir. A secas. Sin escudos y sin excusas. Y lo hizo con el segundo novillo de Fuente Ymbro, que como todo el encierro, no valió un euro. Ni medio. No fue una sorpresa que estuviera rajado en tablas cuando Román tomó la muleta, sí el grado de compromiso con el que afrontó el reto. Una frialdad que le permitía quedarse quieto antes de resolver el enigma del toro, antes de saber por donde pasaría el animal, y así era, cada pase, cada muletazo, un milagro, porque el fuenteymbro, que estaba rajado y en tablas, miraba celosamente los muslos del torero. Román se los presentó, los cedió, entregó lo material, y el alma, era el día... Pero son unos pocos elegidos los capaces. A fuego se plantó en la arena, forzó al animal a pasar, a contraquerencia en ocasiones, lo mismo daba, la faena estaba ya en otra dimensión, y las palpitaciones recorrían los tendidos del Ocho y del Nueve, justo ahí abajo ocurría todo. Y a los demás parecían llegar los ecos, perdía intensidad tal vez. Aguantó parones, coladas, amenazas, realidades, ni tan siquiera cedió con un amago de rectificar, ni aún cuando le quemó el pitón la carne, que también ocurrió, y ya para acabar quiso cruzar la suerte con manoletinas. La congoja a estas alturas nos había atrapado al completo. La estocada le cayó perpendicular, hubo un descabello y el premio no cuajó. De esta faena nos acordaremos muchas tardes, cuando lleguen, mejor dicho, cuando vuelvan las medianías, a qué torpezas nos lleva la flojera de memoria.También se rajó el quinto y cuando tomaba el engaño lo hacía a arreones, con genio, punteando la muleta, puteando, con perdón, el lucimiento. Román siguió el mismo patrón. Firmeza, corazón helado, cuanto más lo sometía, más protestaba el novillo. Resolvió sin inmutarse. Verdad más verdad en un escalón superior a los matices, que siempre hay miles.
Paco Aguado:
No fue tarde para amedrentarse. Una novillada de Fuente Ymbro, áspera y geniuda, con la que los espadas debían poner toda la carne en al asador para emocionar y convencer a unos tendidos ávidos de encontrar jóvenes promesas que apuesten, se la jueguen y muestren una actitud que denote sus ganas por llegar a lo más alto.
Y así, tal cual, estuvo hoy el debutante Román, valiente y suficiente a más no poder. No se escondió en ningún momento con dos astados nada fáciles, todo lo contrario, estuvo entregado y muy comprometido, a pesar de que la oreja que cortó al final no fue del todo rotunda.
Hizo una apuesta firme con su primero, un manso que se rajaría a las primeras de cambio y que, lejos de rehuir la pelea se defendió con malas ideas.
Faena emocionante por lo valiente y hasta temerario que estuvo el valenciano al hilo de las tablas, también por el nervio que puso y lo mucho que se la jugó ante un animal complicado de verdad, al que acabaría pegando muletazos nada fáciles de extraer. Se escapó de milagro de la cornada en las manoletinas finales.
El quinto fue novillo de armas tomar. Muy informal y distraído en los capotes, "hizo hilo" en banderillas y se movió rebrincado y con brusquedad en la muleta.
Román no se afligió, y tras brindar a la parroquia, estuvo nuevamente valentísimo, muy quieto y seguro, con arrojo y suma decisión. Faena de querer, no tanto de resolución artística, pero la actitud que mostró fue, sin duda, extraordinaria.
Antonio Lorca:
El valenciano Román se presentó en Las Ventas y lo hizo enfundado en un traje corinto y oro, pero acabó vestido de sangre de arriba a abajo, prueba inequívoca de que le palpita un corazón de jabato y de que se jugó la vida sin cuento; y ahí estaba el cambio de color de sus bordados para corroborar que se había arrimado como un auténtico león, desafiando heroicamente las tarascadas de sus novillos. Al final, resultó que dio una vuelta al ruedo en su primero y cortó la oreja de su segundo, que no es poco balance para quien a tanto aspira.
Carlos Ilián:
Por ejemplo Román, que se presentaba en Madrid antes de su alternativa. El chico se fajó con sus dos novillos, especialmente con el quinto. No vaciló ante los derrotes y la velocidad de animal. Faena seria. La oreja, que no se pidió por mayoría, se protestó. El palco no se midió.
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