Fotos :: Juan Pelegrín - Las Ventas |
Fernando Fernández Román:
Sale al ruedo de Las Ventas en los años sesenta, pongo por caso, una corrida de toros para tres maestros consagrados, con las hechuras y el lustre de los ejemplares que ayer envió Paco Medina para que pasaran por la hoja de la espada de tres aspirantes a figuras, y, salvo quizá el tercero, todo serían plácemes del público y la crítica por la belleza de su estampa, la seriedad de sus caras y el remate de sus carnes. Y ya no les cuento si, además, varios de los que en esta época se sirven como utreros bien comidos les pegan tumbos espectaculares a los picadores, mandando al patio de las caballerizas (el “hule” de los caballos de picar) a uno de los équidos forrados de guata por barriga y entrepatas, víctima exánime y yacente del caos que producen los espectaculares batacazos, hiriéndole de consideración en las nalgas. Ainda mais, si la que hoy se lidia como novillada en Madrid echa cuatro ejemplares bravos, encastados y nobles (con sus matices, naturalmente), se puede considerar que el éxito del ganadero ha sido incontestable.
Abría cartel Francisco José Espada, un muchacho de Fuenlabrada al que apodera el matador de toros César Jiménez. ¡Menuda sorpresa! Ya apuntó magníficas formas de manejar los engaños, sobre todo la muleta, en el novillo que rompió plaza, un “montecillo” que aguantó dos puyazos fuertes, como pocos toros en esta feria y se fue desfondando a medida que avanzaba la faena; no obstante, permitió a este Espada esbozar su excelente concepto del toreo, corriendo la mano con seguridad, ceñimiento y templanza, sobre todo en dos tandas en redondo con la mano derecha. Pero lo bueno, lo magnífico más bien, vino después, en un cuarto novillo de capa zaína que fue un dechado de bravura desde que tomó los primeros capotazos.
Antonio Lorca:
Debutaba en la plaza de las Ventas un chaval madrileño de Fuenlabrada, con escaso bagaje, y le tocó en el sorteo un toro —novillo, pero con trapío de toro— que derrochó encastada nobleza, calidad y movilidad en el tercio final. Una verdadera papeleta para el novel torero, pues no debe ser nada fácil estar a la altura de las circunstancias en ocasión tan comprometida, y si no lo estás, adquieres en ese mismo momento un pasaporte para el olvido.
Y Francisco José Espada brindó a la concurrencia, se relajó y se dispuso a afrontar el que sería, sin duda, uno de los exámenes más complicados de toda su carrera: triunfar con un novillo encastado en la feria de San Isidro. Y a fe que lo consiguió, lo que dice mucho y bien de su capacidad y posibilidades de ser alguien vestido de luces.
Zabala de la Serna:
En otra época, la faena de Francisco José Espada hubiera valido la Puerta Grande. Por no irnos muy lejos, en los 90. Un faenón, oiga, que dicen los portales taurinos. A un gran novillo, cierto. De tan brava y profunda embestida que quien no esté capacitado para torear como Espada se queda con el culo a la intemperie. Es el chaval de Fuenlabrada una renombrada figura del toreo en tarde de clavel y todavía le están pidiendo la segunda oreja. Pero al gentío se le pone duro el criterio ante el anonimato, y F.J. Espada se presentaba de novillero en Madrid con el hatillo preñado de ilusiones, las ideas muy claras y el concepto nítido.
Rosario Pérez:
Si es cierta la leyenda de que los toros embisten mejor con la lluvia, bendita sea el agua que cayó antes de comenzar el festejo. Y bendita la novillada de El Montecillo, con tres novillos y medio para soñar el toreo en Madrid. Después de la moruchada de Couto de Fornilhos del día anterior, las hechuras del conjunto de Medina, aun con sus desigualdades, ya de por sí solas convidaron a la esperanza.Entre los nobles ejemplares sobresalió el cuarto, «Ilustrado» de nombre. Quiso el destino que se encontrara con un novillero de ídem, instruido y preparado para la empresa mayor del debut en Las Ventas. Francisco José Espada alzó su apellido en su estreno madrileño.
Inteligente y sincero, resolutivo y capaz, supo comenzar sin excesivas obligaciones hasta romperse cada vez más con el animal, con derechazos hondos, despaciosos y de tela a rastras, que de tanto bajarlas hasta se las pisó. ¡Cómo era «Ilustrado»! Y qué bien lo cuajó el debutante, que se hartó de torear soberanamente. Temple, muleta planchada y cintura quebrada que miraban a la Puerta Grande.
Patricia Navarro:
«Ilustrado» fue el novillo soñado para bordar el toreo. Por muchos motivos, uno de ellos es que tenía un temple brutal en la embestida, otro es que lo cantó bien temprano y otro más fue que puso la cara abajo y quiso viajar con largura en el engaño, sin violencia, no la conocía, no la quería, qué armonía.
La nobleza la tenía la res a borbotones pero también la intención de acudir al engaño y hacerlo parando el tiempo al paso, tan despacio que los muletazos eran obras interminables que acabaron por inundar en algunos pasajes a la afición de Madrid. Por el pitón derecho Francisco José Espada reunió los momentos más austeros, más profundos, despacísimo, muy templado, ligado y resuelto en la verticalidad y eso hoy ya cuenta como valor en alza. Al natural quiso ir también el desprendido toro y Espada le acompañó en el largo viaje, más en línea y por fuera, pero abriéndole muchísimo.
Carlos Ilián:
Pero con la lluvia llegaron mansos de El Montecillo y tres novilleros que piden paso, uno de ellos es paisano de El Fundi y César Jiménez han dado a conocer, taurinamente, a Fuenlabrada a través de su trayectoria en los ruedos. Ahora nos encontramos con este Francisco José Espada que es un nuevo producto de la cantera de esta ciudad de la Comunidad de Madrid, y que parece una buena fábrica de toreros. Espada era el telonero del cartel en el que Posada de Maravillas y Lama de Góngora aparecían como las estrellas del mismo. Pero el de Fuenlabrada, con fortuna, se llevó el lote bueno en el sorteo y ha estado a punto de abrir la puerta grande.
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