Foto :: Juan Pelegrín - Las Ventas | Me encanta esta imagen. Tras la guerra ganada, la niña da su mano al héroe. Una mano en la que... ¿aparece dibujado el símbolo de la paz?
Antonio Lorca:
El público de Las Ventas, entusiasmado con la faena vibrante, temperamental y arrebatadora de Fandiño al bravo y encastado toro quinto de la tarde, se quedó de piedra cuando el torero tiró la muleta y se perfiló para matar sin defensa alguna a metro y medio de dos perchas astifinas que asustaban desde el tendido. “Está loco”, pensó la plaza entera. Y Fandiño, entre el silencio ensordecedor de la tensión extrema, se tiró materialmente sobre el morrillo del animal, que lo encunó entre los pitones, lo lanzó hacia el cielo hasta dar una vuelta de campana completa antes de estrellarse contra la arena. El torero se levantó movido por un resorte para comprobar, feliz, que la espada estaba enterrada en todo lo alto. Y los tendidos, de forma unánime, estallaron en un grito emocionado, expulsado del alma, incapaz a estas alturas de aguantar tanta turbación. ¡Maravillosa locura…!
Hacía tiempo que no se vivía un momento tan arrebatador como el que protagonizó Iván Fandiño, que expuso la vida de verdad, y apostó sin dudarlo entre la puerta grande o la enfermería. Solo una inmensa suerte impidió que los pitones hicieran carne, la misma que le faltó para que el toro cayera con rapidez, lo que hubiera supuesto el premio incontestable de las dos orejas. Sea como fuere, Fandiño fue ayer un auténtico héroe, un loco —para hacer lo que hizo no se puede estar muy cuerdo— y un torerazo de los pies a la cabeza.
Zabala de la Serna:
El golpazo último contra la dura arena venteña no se oyó porque el alarido de las 18.000 almas que contemplaban la escena de Tauromaquia atávica, goyesca y brutal, celebraba la victoria. Si clava la caída cual atleta, todos los jueces levantan las cartulinas del 10 a la vez: 10, 10, 10... No se trataba de eso, sino de una heroicidad, una moneda al aire, un barrena en picado de kamikaze sin trago de sake ni chupito de meta: ¡banzai! Una decisión que por su consciencia aparta del cáliz la palabra locura, inmolación y derivados.
Javier Hernández:
El éxito de la casta de Iván Fandiño, por fin glorificado por la puerta de Madrid, y el de la casta de los toros del nuevo don Juan Pedro. Domecq, oiga.
Carlos Ilián:
Cuando sale el torto encastado y hay un torero firme y vertical la tauromaquia se convierte en un rito admirable. Por eso Iván Fandiño salía en hombros por la puerta grande Madrid al caer la tarde. Y miles de personas que estuvieron en la plaza salían de la misma hablando de toros, admirados por la actuación del torero de Orduña.
Un triunfo legítimo ante una muy seria y muy encastada corrida der Parladé. Ayer en Madrid se encontraron el toro con tralla y el torero con redaños para colocarse en el sitio, soportar el huracán de embestidas del segundo, meterlo en el engaño y matarlo por el hoyo de las agujas.
Patricia Navarro:
Entre la masa salía a hombros Fandiño camino de la calle de Alcalá. Allí mueren millar de sueños fraguados en la niñez. Iván Fandiño lo había logrado. Bien sabía lo que era llamar y quedarse a las puertas. Madrid es tan difícil, tan ardua, pero de pronto... Hay días. Ayer apenas unos minutos antes de encontrarse con la muchedumbre consiguió ponerla en pie. Qué solo había estado. Tan sólo, que en ese instante definitorio en el que la moneda puede salir cara o amargarte la cruz y darte la noche en vela, Fandiño nos sobrecogió. Fue de pronto. Perfilado en la suerte suprema cuando el torero vasco se desprendió del engaño y más solo que nunca, toro y torero ante el encontronazo fatal.
Anónimo:
Salió el público apegado otra vez al toreo, a la fiesta, al reclamo de su bravura de los hombres y de los toros. Tiene esa grandeza y esa verdad, que nadie puede tapar. Y memoria. Pues paga lo que debe, cuando lo que debía era de justicia: la Puerta Grande de Fandiño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario