Plaza de toros de Valencia, 10 de mayo de 2014. Corrida con motivo de la
Virgen de los Desamparados. Toros de Lagunajanda bien presentados pero
muy desiguales en su comportamiento. Alberto Aguilar (silencio y
silencio tras aviso), David Mora (silencio y silencio) y Paco Ureña
(vuelta al ruedo tras petición y aviso; y silencio). Al finalizar el
paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Francisco Barrios
'El Turia'. Algo más de un tercio de entrada (unas 4.000 personas).
Cartel de aficionados. De líneas clásicas de toreo. Tal vez
de futuro. Pero para adivinar eso, el toro, cada toro, supone un
laberinto que no desentraña ni el pitoniso con más post-grados. La
corrida de Lagunajanda, seria y con edad --tres cinqueños bien cumplidos
se lidiaron-- jugó las cartas de la casta a su antojo. Muy trilera en
ese aspecto. Te enseño la bolita, ahora ya no, ahora otra vez. El que
venía dándoselas de bravo, acababa por ser el más cabrón; el que más
simplón se movía, con menos entrega y raza, era luego el que acaba por
dejarse dar un capazo de muletazos como si nada. Ya ves.
Por trazo, sitio y capacidad para extraer con limpieza el
toreo: Paco Ureña. Nuevo en esta plaza, vino con disposición de sumar.
Porque no queda otra y tiene toreria para ello. Lo demostró. A ello
venía, aunque fuera imposible. Como con el enorme --598 kilos-- y rajado
el sexto, que antes de buscar las tablas definitivamente lo empaló en
dramáticos segundos en los que no pudo descolgarse del pitón que lo
tenía trabado por la entrepierna. Para matarlo, un mal sueño.
Ureña brindó el tercero a El Soro.
El concepto, su concepto, lo aclaró Ureña con el tercero.
Avacado el colorado, largo, estrecho de sienes y las puntas hacia
arriba. Justo por donde no le gustaban las cosas al tal 'Navajero'. Se
defendió como pudo cuando atacaron con los rehiletes. En el peto tuvo
fijeza y cierto temple, y más que le imprimió Ureña, cuando lo
enganchaban por abajo. No tuvo más remedio que embestir a la muleta del
torero de Lorca, que manejó muy bien los tiempos, administró cada pitón y
sacó lo mejor por ambas manos justo cuando tocaba. Esperando, pulseando
y pisando terrenos de compromiso. A más en el temple. Tocó las teclas
por el derecho tras un inicio por abajo, lució con su mano buena, la
zurda, y remató ligando en redondo, despacio, y por abajo de la pala el
trazo. La estocada cayó baja, la petición de oreja quedó insuficiente y
el premio quedó en mericida vuelta al ruedo.
Ése fue el gran asidero argumental de la tarde. Aunque
también pudo serlo David Mora con el quinto, otro cinqueño noblón que
tuvo como principal virtud la movilidad. Fue toro aplaudido de salida:
colorado y abierto de cuerna, imponente la estampa. Aparentó tener poco
fondo de salida y pocos finales. Pero fue sacando de dentro embestidas
que le permitieron a David Mora contruir una faena a la que le sobró
velocidad y le faltó cadencia y cierto orden y limpieza. Pinchó un
posible trofeo.
Papeleta para empezar la que tuvo Alberto Aguilar, que
entre el viento y la presteza del toro para meterse por dentro y
quedarse encima apenas pudo confiarse. Engañó el tal 'Jacaranda' y
confundió a todos. Al propio Aguilar el primero, que brindó al público. A
más en los primeros tercios, con muy buen son y alegria al galopar en
banderillas. El incio por abajo lo acusó. Al primer intento se metió muy
por adentro. Probaturas. Peligro latente. Aguilar abrevió.
No tuvo más remedio David Mora también. 'Felón' acabó
convertido en otra prenda. Cosas de la edad. El cinqueño se agarró al
piso, se apoderó de los terrenos. Imposible. El toro, con cuajo y
cuello, se vendió muy bien de salida, embistiendo intenso al capote de
un David Mora que se apretó por verónicas, y haciendo buena pelea de
primeras con el montado. Pero fue echando anclas y al quite por
chicuelinas de Ureña ya empezó a tardear en exceso. Más en la respuesta
de David Mora, que en un quite con de todo un poco fue prendido de fea
manera con el capote de por medio. En la muleta se paró, a verlas venir,
desarmó violento en cuanto tuvo ocasión y no prestó ni media arrancada.
Lo mejor el pinchazo hondo y letal con el que Mora con acabó con aquello.
Aguilar cerró su tarde con un cinqueño al que le falló el
agarre y le sobraron kilos para dejar lucir la que fue la embestida con
mejor ritmo de la tarde. Pero duró lo que duró. Aguilar hizo bien en
abreviar. Pero antes le robó, de uno en uno, un manojo de naturales.
Para irse tranquilo.
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