La que tendría el honor de ser la quinta de las corridas
falleras tuvo un parto sospechoso. Hablamos de la confección del cartel y
su repentina aparición en pleno meollo fallero. La media plaza delataba
que la jugada les había salido rana. Los intereses ocultos de los
taurinos y también de algún que otro mirlo hace tiempo que no van en
consonancia con los de la afición. A la contra incluso jugó la fría e
inmisericorde climatología, para al final acordarnos de la corrida de
Cuadri que nos birlaron sin rubor en algún despacho en los minutos de la
basura de la cocina fallera. Muy maloliente todo. Pero todo hay que decirlo. Y ojalá Cuadri venga en julio.
El caso es que vino una corrida de Alcurrucén de cierto nivel e interés para pegar
dos cromos y repartir, e intentar tapar bocas con un torerazo como hay
pocos, de esos que tiene por vicio torear a caricias.
Y luego los
talibanes son los otros, siempre los otros y por lo del Soro andan todos rasgándose las vestiduras. Y es que el personal se las rasga por todo menos por lo que de verdad debería ragárselas. Mas a ti ya te vale.
Corrida de Alcurrucén cromática y mansa, pero de finales interesantes y sobre todo agradecidos. El negro corrido y axiblanco que abrió plaza con cinco años, el berrendo el colorado que hizo segundo, el colorado tercero o el enrazado 'Barbito' que salió quinto o el cinqueño que cerró, más serio que la mar, castaño. Todos tuvieron la riqueza de matices de la casta que esconde los premios en Alcurrucén. Para encontrarlos, pausa y sutilidad. Y así es como toreó un Diego Urdiales sin espada.
Abrió plaza un guapo negro, corrido y axiblanco, que se ciñó --como el resto de la corrida-- a lo que manda ese importante goterón del ADN Núñez. A esa indiferencia de salida, corretona,
mansa y bendita, que tan poco dice y que va hirviendo conforme se va
dejando querer. Regates de capa, alguna estampida, un capotazo bueno de
repente, el tranco suavón que da gusto y así llega un capotazo
templado que hace albergar cierta alegría... hasta que, claro, aparecía
Padilla y entre pisotones y pechugazos ahogaba cualquier vana esperanza.
Ni media caricia con la muleta. Echó las cartas el animalico con total
nobleza y cuando aquello había terminado y apareció un subalterno
corretón, se arrancó el bicho como buscando alguien que lo torease con
pausa y respeto.
Otro guapo y acalamerado de hechura, pintas y cornamenta fue el tal
'Rompecharcos' que hizo segundo. Un berrendo en colorado y ligeramente
calcetero. Fue como para dibujar y enmarcarlo como en una de esas viejas
láminas que hay en los museos. Salió enterándose y dándose unos paseos
como si no fuera con él la cosa. Indiferente a todo y con la querencia
acusada en terrenos del 10 y del 11. Allí recibió la primera vara. Fijeza
ninguna, pero cuando tomaba las telas sacaba una clase excelsa, que
prácticamente le regaló a Abellán. Primero lo avisó, de uno en uno --era un pelín tardo-- y luego
se le puso a repetir. Planeando literalmente, muy templado, pese al
toque brusco del madrileño vestido de batalla, su eterno blanco y
planta. Los naturales al ojo contrario y periféricos. La nobleza del
Alcurrucén tal era que demanda más toreo desde los vuelos, más caricias y sutilidad.
Así, cuando Abellán quiso ya entregarse y encajarse, 'Rompecharcos',
dijo, ¿ahora? Y lanzó un gañafón, provocó un desarme y desbarató
aquello. El trincherazo antes de irse a por la espada denunciaba lo que
se quedaba torear. Estocada y petición insuficiente. Vuelta al ruedo.
De los músicos fue el tercero, 'Flautista'. Y quien bien la
tocó fue el Diego de Arnedo. Urdiales, el tapabocas del cartel.
El toreo al
natural de Urdiales fue lumbre en tarde fría. Descongestionantes sus caricias en
tarde toques bruscos. Flautista estaba desafinado. En manso, girando
contrario, perdiéndose tras cada lance de una brega trabajosa y poco
agraciada. Pero Diego Urdiales tiene el toreo asumido. Se salió a los
medios y con paciencia fue puliendo el toreo sin medio retorcimiento ni
queja. La sutilidad del cite y la muñeca engrasada. Hubo gañafones,
varios enganchones al principio que eran como las aristas que caían para
quedar las perlas de luego, al natural y en los medios. Brotó el toreo
de la tarde, el toreo sentido. La embestida acariciada como ninguna otra
en la tarde. La faena, de larga se nos hizo corta. Y eso que Diego se
llegó a pasar de rosca. La última tanda a pies juntos sobró porque ya no había toro. Un aviso
tras pinchazo y estocada. Ovación.
El cuarto fue un mal cuento. Un puyazo letal y un trapazo de inicio como para postrar al animal dejaron sin vida al pobre 'Clarinete' cuando de nuevo Padilla, tras un tercio de banderillas que le obligó a emplearse a fondo, iba a ahogar toda virtud.
Salió 'Barbito', de pelo colorado. Enrazado y con poder. Así se expresó en el peto. Con pies y pizca de genio en las telas. Exigente, incluso metiéndose por dentro en la brega de banderillas. Pero Abellán no le dio cancha. La faena sucedió de rayas adentro. El toque fuerte, la tela a los ojos, ningún remate de muletazo por abajo. La sensación de que se iba en faena superficial, sin mando. La prueba, el sainete a espadas.
Sin hayar tesoro alguno Diego Urdiales, solo por el trato al tal 'Escribiente', ya rozó de nuevo le trofeo. Toro cinqueño y serio, de reluciente y blanquecina mazorca y puntas negras, recogiendo el gatillo hacia dentro y arriba. Un tío al que Urdiales buscó, paciente, las soluciones. Sin coba alguna. La pose relajada. El toque suave, la verdad de dos zapatillas enterradas, la cintura encajada y el pecho enfoncando. El tono áspero no se corrigió, el tornillazo del final siempre saltó por los aires, pero el olé y el bien sí se escucharon. Y no es costumbre. Arrancar un olé en tarde así, de frío, y ¡solo por torear! hoy casi que es noticia, acostumbrados a tanta faena orejera y del montón.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de València, 17 de marzo de 2015. Quinta de la Feria de Fallas. Toros de Alcurrucén de correcta presentación, que mansearon de salida pero conforme transcurrieron sus lidias ofrecieron posibilidades como 2º, 3º o 5º. Juan José Padilla (ovación y palmas), Miguel Abellán (vuelta tras petición y silencio tras aviso) y Diego Urdiales (ovación tras aviso y palmas de despedida). Media plaza (sobre los 5.000 espectadores).
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