La apuesta de Fandiño fue una ilusión. Una alegría. Desde bastante antes del apartado todos los alrededores de Las Ventas hervían de pasión. Era el centro del mundo. Llegaron (llegamos) desde todas partes: València, Castellón, Alicante, Málaga, Catalunya, Euskadi, Salamanca, León, Guadalajara.. Peregrinación de fe que puso el cartel de no hay billetes sin abono que amparase un gesto en pleno domingo de ramos, estratosférico, a todo o nada. Y salió nada.
A eso se expone quien apuesta un día todo, y quiere demostrar que se puede ser diferente, crear una ilusión y arrastrar con ella a 24.000 aficionados, que a eso de las seis de la tarde estallaron en ovación y pasadas las ocho pitaban a Iván Fandiño cuando se iba de la plaza. Era el rostro de la derrota del hombre que apostó todo y nada le regalaron. Ni un guiño de suerte para Fandiño. La amargura teñía la escena. Y dolía la más absoluta nada.
Era protagonista Iván Fandiño, pero solo el tercio de varas de Israel de Pedro con el cuarto, de Escolar, y la brega posterior de Javier Ambel alcanzó el nivel que merecía semejante tarde y así lo disfrutó el público.
Para Iván Fandiño no hubo ni media embestida ni así se equivocase. Y el de Orduña, que vestía de acero y oro, se fue metiendo en un nubarrón de gris espesura conforme la corrida transcurría y pesaba como una losa. Sin ideas ni recursos, sin encontrar luces y ni rendijas, sin dar con ese momento --si es que lo hubo-- en el que de verdad mereciese la pena echar la moneda al aire y buscar la gloria como fuera.
El Partido de Resina fue blando y sin vida. La faena suavona, en el tercio y de trámite. El recibo capotero al Adolfo, descarado, avacado y de palas vueltas, tuvo emoción. El inicio en los medios con la diestra. Hay verdad. Muy a menos el toro. Un desarme por la zurda en el peor momento. Todo se recoge al tercio. No hay estocadas de primeras. La espada no acompaña. Falta confianza. No rueda nada.
El Cebada de guapo fue un cabrón. Una prenda, midiendo. Desagradable. No valía ni para el esfuerzo de Fandiño. Ninguna virtud. Se iba. Y llegó el turno del José Escolar. De salida la toma a media altura con cierta emoción. Ovación para el saludo capotero. Emoción en varas con Israel de Pedro en dos puyazos tomados de largo. Atragantón por chicuelinas. La brega excelente de Javier Ambel dejando galopar el animal. Bien Jarocho con los palos. Se desmoteran.
Pero el toro sigue sin entregarse. Por el derecho se recoloca tras cada muletazo y se cruza. Complicada la ligazón. Por el izquierdo pone posibilidades, pero sin hacer nada por abajo. Fandiño no lanza la moneda. La tarde pesa en exceso. Sin espada ni suerte ni media embestida.
Y en esas salió el Victorino haciéndolo bien. Empujando al peto, tomando con son las telas. Pero cuando parecía que sí, se duele de atrás y avanzado el tercio de banderillas lo devuelven. Definitivamente la suerte no está ni se la espera. El adolfo sorprende en la muleta girando sobre las manos y sin romper. Basto y violento el Palha último. Se estrella con el peto espectacular, pero en el mismo inicio se acula en tablas y Fandiño pone fin como puede a la pesadilla.
De la iluisión a la pesadilla, y al final la nada. Tarde a la contra. Ningún toro embistió ni de casualidad. Muy espeso Iván Fandiño. La presión del reto excesivo, la flaqueza humana, los recursos atascados, más sombras que luces cuando todo parecía que iba a a ser al revés. Siempre muy cerrado en tablas para recibir sus toros. Poco mando en esos inicios. Poco el temple en los escasos momentos puntuales que fue verdaderamente necesario. Fandiño se conformó con el tercio. Pocas veces quiso ganar los medios. No fluyó con naturalidad y la moneda al final se la quedó. Ni cara ni cruz. Salió la amarga nada. Pero eso solo lo sabe quien apuesta. Sólo puede aceptar la derrota quien tuvo la ilusión de alcazar la gloria.
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