20 mayo 2015

#sanisidro15/ ¿qué guerra había ahí?



Corrida de San Isidro de aires muy noventeros. Solo que en los noventa, pese al fresco y el viento de hoy también, incluso con un cartel así, tan carente de interés y argumentos, el cemento estaba bien cubierto. Esta vez la cosa rondaba 16.600 y pico espectadores. A los ausentes no les falta razón. ¿Qué guerra había ahí? Tarde isidril de relleno. De favores, cromos y una ganadería que dobla en el ciclo, y que la otra es, precisamente, la corrida de mayor expectación del ciclo. Como para dudar dónde irán los toros de mejor nota. Pero aún así embistieron unos cuantos alcurrucenes en la tarde de relleno. Tantos como cuatro, y lo hicieron lo suficiente como para atisbar posible triunfo o al menos apostar por él. Que por algo estábamos en Madrid.

En la contrastada madurez de Ferrera no cayó ninguno de esos. El extremeño de Ibiza tiene el gusto de hurgar en la casta de los animales, cruzarse y hacer gala de paciencia para acabar sacando muletazos con mando y sabor. Tirando de valor. Muy de uno en uno. Sus faenas no tuvieron atisbo de fluidez. Sobre todo con el cuarto. Serio y cornalón, fino y de estrecheces muy núñez. De cara suelta y viaje rebrincado, de repente, tras estar tecleando por allí, lo enganchó Ferrera a derechas por los vuelos y tiró de aquello. Pulir, corregir, poder, mandar, sentir. Y lo hizo también por la zurda, tal vez consiguiendo algún tranco de más. Visto lo visto, eso es el toreo. A la hora de matar Ferrera ya no lo vio tan claro.

Pero el caso es que ahí estuvo la diferencia de la tarde. Porque El Capea, con toda su voluntad, gozó de cientos de embestidas, pero su toreo fue entre defensivo y desconfiando. Con la muleta 'arrugá' por el buen pitón izquierdo del tercero. Hizo cuanto pudo y sintió poco. Le puso corazón. Ese inicio de rodillas a su primero, por ejemplo. Pero luego dudas y aquello. Y el sexto sacó raza y genio, humilló siempre, exigió mando y se revolvió en un palmo. Pero allí no pasó nada, no se lanzó ninguna moneda y encima fue un esfuerzo. Lo normal.

Y en el caso del francés Juan Bautista es que optó por no romperse. Muy al aire de las embestidas del segundo, el quinto permitió el relajo. Excesivo, pues la faena quedó deslabazada. Faltó argumento más allá del mero acompañamiento en las líneas naturales. Destacaron una serie a derechas ligada y rematada de un de pecho a la hombrera contraria y otra al natural interrumpida por un inoportuno enganchón. La embestida buena aparecía de casualidad, la siguiente salía a su aire y el torero que no se rompía. Buena estocada y vuelta al ruedo tras petición insuficiente.

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