Del viaje que realice en octubre de 2005 y que tuvo una primera parada en Nápoles, la que es hasta ahora mi primera y única visita hasta el momento a la capital de Campania, la excursión a Pompeia (o Pompeya) a las faldas del Vesubio, y que concluyó en Roma, esta vez ya era la segunda vez que pisaba la ciudad eterna.
En el viaje, sorprendió de nuevo el toro y su cultura. El toro protagonista. Centro de todo. Y también en los más insospechados rincones destilando torería. Ya ves.
En el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles nos recibió el toro en miniatura.
Pero en el mismo museo aguarda la Tauromaquia en su esencia. La mera lucha. La escultura helenística del Toro Farnesio.
Cogiendo el Transvesubiano en el mismo Nápoles, llegamos a Pompeia. En el anfiteatro de la ciudad romana...
Las galerías que llevan al ovalado ruedo, destilan enorme torería y se hace casi inevitable no pasar miedo en ese patio de cuadrillas.
De vuelta a la segunda ciudad del mundo que más adora a Maradona, tal vez, después de Buenos Aires. De noche, en otro rincón te encuentras con uno de los aficionados más universales, Ernest Hemingway.
Y de día no dejes de entrar en otro de los puntos de visita obligada, Castel Nuovo, que inevitablemente recuerdan a las valencianas Torres de Quart. Nada más entrar, media vuelta y mira arriba. Madrid, el año de maría castaña, toros en la plaza. Pero sigue siendo Nápoles.
De Nápoles a Pompeia (octubre de 2005)
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