La región italiana de la Campania la capitaliza Nápoles. Desde lo alto la domina el Vesubio, que en su terrible erupción del año 79 d.C. sepultó en la profundidad su historia. La que luce la vieja y clásica Pompeia. Son tres referentes de Italia, tres más, cargados de enorme personalidad y que conforman una ruta que se hace necesaria. Italia es uno de los destinos turísticos más solicitados. Del norte al sur de la Calabria, es todo un cúmulo de contrastes. Al norte, las frías y grises ciudades de Turín o Milán y el romanticismo de Venecia; pasando por la embriagadora región de la Toscana de Florencia, Siena o Pisa; la sempiterna y monumental ciudad de Roma, hasta Nápoles -objeto de este viaje- que hace del caos su singular belleza, en plena Costa Amalfitana dominada por el Vesubio, con Pompeia a su sombra. Nápoles, en la región de la Campania, es la tercera ciudad más grande de Italia. Su forma de ser no tiene parangón con el resto del país y se refleja en cada rincón. En sus calles y sus gentes, que a nadie deja indiferente. Abierta en forma de abanico, se deja caer sobre el Mediterráneo.
Nápoles derrocha vida y se enreda entre sus callejuelas. No se abre en grandes avenidas, al revés: se recoge en sí misa y se asoma al mar. Los puestos de venta ambulante, las terrazas, el tráfico ágil en el que mandan los ciclomotores, el mismo vecindario que desde su balcones adquiere protagonismo en la misma calle y el ir y venir de los napolitanos y de los cientos de turistas consiguen todos el orden en el mismo caos. Es necesario hacerse a la idea de que uno es una pieza más de ese puzzle con las piezas esparcidas. No hace falta preguntarse cómo, pero al final todas acaban encajando. Eso es Nápoles, todo un organismo vivo.
Descubrir los atractivos de la ciudad es un reto, y en el mismo reto está el encanto. Lo mejor es un buen paseo dejándose llevar. Que sea la ciudad misma la que sorprenda. El consejo es dosificarse por etapas. Adaptarse a la ciudad merece un día, otro sus monumentos y varias horas el Museo Arqueológico, que es una auténtica maravilla y un referente entre los de su especie.
Es de obligación también encontrar un rato para degustar la pizza más auténtica, porque Nápoles es su cuna. Lo mejor será realizar el paseo lo más relajado posible. Es una advertencia. Las aceras no son muy holgadas, tampoco las calles, pero las vespas siempre conseguirán esquivar al sufrido peatón. Además, los puestos de venta se multiplican. Bien de frutas o verduras o de belenes, que es otra de las especialidades napolitanas: los nacimientos típicos de las fechas navideñas.
En cada esquina es probable encontrar pequeños altares dedicados a santos repletos de fotografías de difuntos e incluso alguno dedicado al crack argentino, Diego Armando Maradona, que allí es todo un ídolo.
Hay que pasearse por Corso Umberto I, Vía Toledo y el popular Barrio Spagnolo, donde el aroma de sus estrechas calles es el del suavizante que desprenden las prendas tendidas en los balcones.
Tras la visita al Museo Arqueológico, por las espectaculares Galerías Umberto, llegas a Castel Nuevo. Lo primero, sus torres recordarán a las valencianas Torres de Quart. Claro, porque éstas copiaron el estilo de las napolitanas.
Subir a lo alto de Castel Nuevo y dominaremos con la vista toda la bahía, que tiene en el Vesubio su referente. Hasta su falda nos dirigimos a bordo del Transvesubiano. Son apenas 20 minutos de trayecto.
El destino es Pompeia, la mítica ciudad romana que el 24 de agosto del año 79 d.C. sepultó la terrible erupción del Vesubio y que a mediados del siglo XVII comenzó a desenterrarse. Todavía continúan las excavaciones, pero la mayor parte de la ciudad está ya al descubierto.
Es una auténtica gozada andar sus calles empedradas con enormes adoquines. Es como si el tiempo hubiese quedado detenido, porque así ocurrió tras la erupción. La vida de Pompeia se interrumpió entonces hasta hoy devolviendo todo su esplendor.
Era una ciudad estival para los adinerados ciudadanos de Roma, lo que explica la cantidad de palacios que conservan su estructura y distribución casi intacta. Las esculturas decorativas. Los relieves y hasta los frescos se han ido descubriendo con las excavaciones. La mayoría se conservan en el Museo Arqueológico napolitano. Pompeia es un auténtico filón para la arqueología. La mayor y más morbosa atracción son los cuerpos petrificados que intentaron escapar y que el Vesubio sorprendió en sus acciones cotidianas. Además, el Foro y sus templos, sus teatros y anfiteatros. Perderse por Pompeia en tiempo y espacio es la mejor opción.
Octubre de 2005. Publicado en el nº 20 (tercer trimestre de 2006) de la Revista Actualidad Omnium del Grupo Aguas de Valencia.
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