En los Estados Unidos están de primarias y tal vez por eso digan que la suya es una de las democracias más antiguas. Pero para ser tan vieja, la parafernalia se ha sabido adaptar a los tiempos que corren. Es la democracia del espectáculo y los candidatos están todos como pasando por el aro. Sobre todo Clinton y Obama, que son los que llevan una lucha como más encarnizada. Lloran, cantan, bailan.
Más que primarias, es una especie de Operación Triunfo o Tienes Talento en toda ragla. Aquí, en este país llamado España, algún partido que otro se lo podría ir pensando: un reality show para elegir a su candidato le podría ofrecer pingües beneficios de cara a las urnas, nada que ver con el erial que les espera.
Pero, ya temiendo la campaña que se avecina, todavía miramos aquello como atónitos. Dejamos el espectáculo para el futuro, a que nuestra humilde democracia madure. Mientras tanto lo que de verdad llama la atención son los tipos de votos que existen en EE UU. Cada semana, allá donde plante su circo el partido demócrata, saltan a los medios nuevos tipos de votos.
El voto hispano es tópico. Y el feminista. También, cómo no, el voto afroamericano. Pero también podemos dar con el voto rural. El voto de la clase media. El voto homosexual, también llamado rosa. Y qué se yo: hay tantos. Cada semana como que alguien mete la mano en un saco y dice vosotros, por ejemplo, los católicos vais a ser determinantes. La iglesia de aquí ha tomado nota, se ha anticipado y ha puesto en marcha la moda estadounidense. Quién lo iba a decir.
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