Volvamos a escuchar lo que decía Juan Belmonte en relación con esto. Hablaba con el escritor López Pinillos ("Pármeno"), quien no dejó recogidas estas palabras (...) hacia 1917 , en un libro titulado "Lo que confiesan los toreros". Requiere el escritor a Belmonte diciéndole : "Hable un poco de su toreo, Juan..." Y este le contesta: ¡Si no sé! Palabra. Yo no sé las reglas, ni creo en las reglas. Yo siento el toreo, y sin fijarme en reglas, lo ejecuto a mi modo". (Soy yo --Bergamín-- quien subraya). "Eso de los terrenos, el del bicho y el del hombre, me parece una papa. Si el matador domina al toro, todo el terreno es del matador. Y si el toro domina al matador, todo él es del toro. esa es la fija". Y es la estética del romanticismo en toreo, diríamos nosotros. Y añadía Belmonte: "Y lo de templar, mandar, parar y recoger... (advierta el buen aficionado esto de recoger), depende de los nervios del tocador y de la madera de la guitarra". (Subrayo yo siempre). "Y de cuando en cuando --añade Belmonte--, el toque no le disgusta a uno y no entusiasma al público". ("Yo soy el que sabe cuando torea bien" --decía Manolete--. Y el toro, añadiríamos, pero el toro no puede decirlo). Nos sigue hablando Belmonte: "de los olés y aplausos que saca" el torero, "si se arrodilla", por ejemplo --o si junta los pies diríamos nosotros ("Cuando quiero engañar al público --le oímos una vez decir al magistral torero mexicano Armillita--, junto lo pies). Y explica Belmonte "que siempre se arrodilla uno porque la guitarra no le deja tocar bien". Porque no le deja torear bien el toro.
La música callada del torero, de José Bergamín.
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