No es a mi a quien han sorprendido los resultados de las elecciones vascas y gallagas del pasado primero de marzo. En Galicia la duda estaba sembrada a favor de si el PP lograría recuperar la mayoría absoluta. En Euskadi en saber cuántos escaños recortaría el PSE de Patxi López al PNV. Y así poco más o menos ha sucedido.
Alberto Núñez Feijóo ha dejado emocionao a un Mariano Rajoy que en la borrachera de la victoria por mayoría absoluta ha venido a decir que ésta ha sido "la campaña más bonita" en la que ha participado. Vamos, que Rajoy está que ni se lo cree: ¿desde cuándo una campaña electoral es "bonita"? Volverá, esperemos que pronto, a posar los pies sobre la redonda tierra el líder nacional de PP porque probablemente se llega a presentar el propio Mariano a estas elecciones y las papeletas no cuesta nada imaginar que le habrían dejando en la oposición pese a enfrentarse a Touriño.
Pero Feijóo es otra cosa. Tiene dotes sobradas para llegar donde ha llegado y mantenerse por un largo tiempo, y más si enfrente tenía un rival con cara de derrotado pese a que estaba encargado de defender el título. Pero de ahí a ser "bonita" la campaña va un trecho. La principal prueba de que no ha sido así es el Audi de marras de Touriño y que Feijóo se encargará de vender nada más acceda al cargo. Porque si el Audi ha sido el principal problema de un candidato y su eliminación será la primera acción del otro, pena de bajeza política.
Esperemos que no. Y que Feijóo se ponga serio cuanto antes y ya que llega con cierto tinte de obamamanía --de primeras compartió su victoria con "todos" los gallegos-- todo eso se note y le respeten los enanos integristas de su propio partido, que ya con las celebracionos más de uno debió retorcerse al ver que Feijóo discursaba en gallego sin disparar ni una en castellano.
Pero no es intención amargarle la victoria a Rajoy y la posibilidad de apuntarse el tanto con el cambio de caras que intenta darle a su partido. Que la disfrute tanto como sufrirá el PSG-PSOE por una buena temporada a la sombra por sus propios errores y no haber deparado en la manida cita: 'lo que cuesta no es llegar, sino mantenerse'. Touriño, si se ha dado cuenta de ello, lo ha hecho al dimitir después del varapalo que le han deparado las urnas.
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