Y lo era. Ahí estaba. En el último banco de la primera naya. En segundos la noticia llegaba a las primeras filas, en menos de un minuto había dado la vuelta a la plaza, en tres y con un nudo en la garganta subíamos la foto a Instagram.
Sí, he dicho con un nudo en la garganta. Porque no es usual cruzarse con semejante genio, y pensar todo lo que es capaz de transmitir cuando le da por torear, sentir esa mitificación que desprende y por la que no conviene acercarse y que le envuelve y que, eso, provoca el nudo y esa acelaración.
Ahí estaba el que dijo a València no voy, porque no estoy recuperado. y acabó saliendo esta Feria de Julio. Ahí estaba como uno más, con los suyos --su mujer, Joaquín Ramos y ¿su hermano?-- sosteniendo su misterio tras esas gafas. Viendo al nuevo Armillita mexicano, a un Martín Escudero con el que tiene relación familiar y a un Román al que no tuvo más remedio que aplaudir y todo. El presidente de ayer, aunque no se lo crea, que sepa que así fue: José Tomás aplaudió a Román.
Hay que ver lo que impone el tío, aun sentado en el último banco de la primera naya y la sacudida que provocó en toda la plaza. Cuántas miradas lo buscaron una y otra vez...
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