Visto ayer en Albacete. La merienda en Albacete es sagrada. Entre el tercero y cuarto, pobre de aquel que no tenga algo que llevarse a la boca. Y cuanto más abundante, mejor. Nadie perdona la merienda en Albacete un día de toros. Ni en el tendido ni en el callejón.
Los operarios de callejón sacaron todos los manjares y el refuerzo del pasillo de chiqueros lo utilizan a modo de barra. Porque ahí no molesta. El caso es sonó el tararí para que saliera el cuarto de Alcurrucén y la buena gente todavía estaba con el mordisco en la boca. Qué se le va a hacer.
Esto es merendar a porta gayola.
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