Mulillero II fue primero de una corrida de Adolfo Martín. Papel acabado, por cierto. Era por la vuelta del triunfador Sebastián Castella a una tarde para reafirmar su estatus. Le tocaron las palmas al romper el paseíllo. Ese era el reconocimiento de Las Ventas. Luego la corrida de Adolfo Martín sería como sería. La emoción constante, pero contenida. Faltó romper más a la tarde de la mano de los albaserradas. Pero irreprochable la actitud de Urdiales, Castella y Escribano. Pocas embestidas quedaron en el limbo, y el final ardiente señaló a Manuel Escribano con un merecido trofeo.
Ese Mulillero II que abrió plaza muestra ritmo y temple en la salida. Pura fibra y mirada despierta. De capa, por el derecho, mece y se acompasa perfecto Diego Urdiales a la verónica, ganando terreno. Fácil y torero. Son los primero olés. Pronto se destaca la facilidad del Diego de Arnedo con la embestida. La emoción está en la seriedad y en la importancia que tiene citar ahí. Falta ese empuje de más. Pero sucede todo tan despacio, tan templado, tan encajado, tan natural. Diego Urdiales torea y se confirmaba, por pulso y temple, en el más fino
especialista de la pausada y emocionante embestida gris albaserrada. Y además tiene la capacidad de aguantarle parones de escalofrío. Madrid ahí se entrega. Pinchazo hondo arriba. Descabello. Ovación. Seguramente iba para oreja de rodar todo conforme.
No rompe en el capote el segundo, 'Repollito'. Se frena y echa la cara arriba. No le falta seriedad. Fino de vientre. Regatea antes de llegar al peto siempre. En el segundo encuentro lanza un quiebro que ni Ventura o Hermoso con lo mejor de sus cuadras. En banderillas corta una enormidad, pero José Chacón parece que lo rompe adelante en capotazos muy templados y largos. Se eterniza el tercio, por el izquierdo ya apunta que por ahí pocas coles. Los banderilleros rejonean. Muchas teclas.
La derecha de Castella es seda y traga. Mérito. Hace alarde el francés Castella del sitio que atesora. Por la mano zurda media arrancada. No le pesa la mirada ni la embestida del adolfo. Es más, le falta toro al francés. Más que suficiente en redondo.
La porta gayola de Manuel Escribano es un pulso. Sale sin fijarse, se abre por la derecha y vuelve y le saca la larga en paralelo a la puerta de chiqueros. Embiste entre humillado y pegajoso, echando las manos delante. No anda sobrado, pero no deja de andar. Quita Urdiales por delantales. La media es la buena. Escribano lo deja crudito.
No va sobrado este Mulillero I ni de fuerzas ni tampoco de trapío. Es el menos serio. Con los palos Escribano no cuaja el tercio. Salvo el último par por el pitón izquierdo. Por el derecho en el inicio se mete por el sobaco. Por el izquierdo también. Le falta poder y no rompe por abajo y a la mínima que le levantan la mano o ve la una rendija se queda encima y se revuelve. Pero no es tobillero, cosa que todavía serviría en los grises de Adolfo Martín, es sobaquero este Mulillero primero. Por falta de poder lo más seguro. Con la espada son varios pinchazos ante jugarse el cuello en la estocada definitiva.
Engatillado y serio el cuarto. Algo montado. No se descuelga en el sobe inicial, muy templado, del Diego, que le anda muy bien. En el peto demasiado por arriba. Óscar Bernal lo mide con la muñeca. El pulso de Urdiales vuelve a hacer mella.
Hay tres o cuatro muletazos por la diestra que suceden a ralentí y perfectamente acinturados, mecidos sobre el eje nataural. Al 'adolfo' le falta hundirse. Embiste despacio, pero le cuesta entregarse por demás. Es un breve menú de degustación. Y el sitio de Urdiales vuelve a confirmarse con la embestida pausada de albaserrada. Parecen hechos el uno para el otro. La estocada de Diego Urdiales es para guardarla: en todo lo alto.
La seriedad de 'Buscador'. Abre un poco la cara, la mar de astifina. Humilla y embiste casi que en círculos de salida. Le anda Castella hacia las afueras. Canta en el mismo principio de faena la falta de fondo. El trato que suministra el francés es excelente. Todo suavidad, ni media brusquedad, tragando, muy firme. A izquierdas. Y arrimón cabal sobre la mano diestra, metido entre los pitones, aguantando miradas y parones. Gesto y reacción de figura. De gallo mandón en el corral inmeso de Las Ventas.
Y por fin salió 'Baratero', el sexto. Negro entrepelado. De pitones vueltos. Un tío por delante. Todo seriedad. Y otra vez a porta gayola Escribano. Limpia la larga. Mansea y gira contrario en las telas. Pero besa con el hocico a la arena. Otro tercio de banderillas de Escribano de alta tensión. Lo espera mucho. Juega con fuego. Se mete entre los pitones. Sale de milagro y otra vez por el izquierdo. Un par, el último, de mucha verdad.
Con la muleta ni una duda. 'Baratero' tiene ese carácter de más. Raza, casta, poder, expresión. Escribano imprime temple a cada estímulo. Es el pitón izquierdo y el valor del torero. En el sitio, ganando el paso. La colocación y la suvidad en los toques. Tiene Escribano temple de figura del toreo. Milimétrica ciencia. De torero poderoso. La capacidad de tragar paquete. El adolfo embiste con seriedad, sin regalar nada. Las Ventas entra en la ligazón. Ruge incluso. Mucha ha sido la tensión acumulada durante toda la tarde. Nada es fácil. Escribano igual que no le deja pensar, tampoco lo ataca por demás. Manuel Escribano contruye faena con sólido argumento. Por la derecha también remata una serie. Muy bien presentada la muleta siempre y el trazo siempre con el mando impreso, hasta el final. Al hocico y los pitones vueltos del Baratero no les queda más que seguir las telas. Final esplendoroso. A pies juntos, dando los frentes. Ajuste y perfecto el vuelo. Hay torería. Lo remates, un de pecho, otro por abajo con gusto y verticalidad. Las Ventas se entrega a Escribano. Estocada casi entera definitiva. Oreja para cerrar con buen sabor una tarde de interés y múltiples matices a la que faltó un poco bastante más al conjunto de los adolfos.
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