El cuarto tuvo otra constitución, no tan descarado de cuerna, pero igualmente serio, estaba hecho hacia abajo, hondo y con cuello. Empujó de bravo en el primer encuentro, fijo y metiendo la cara bajo el vientre del equino, pero luego por el derecho cortó siempre el cuarteo por el derecho. La faena de muleta de Rincón tuvo dos mitades marcadas por la lluvia y la decisión. Incertidumbre en los primeros compases tras unos doblones que le llevaron casi hasta los medios, la lluvia arreció y el maestro colombiano tuvo que hacer una pausa porque el toro únicamente prestaba atención al jaleo de los tendidos que manipulaban chubasqueros y paraguas. Fue luego cuando Rincón se transfiguró, se encajó de riñones, puso la muleta por delante, asentó la planta y cuajó dos series de mando y poder a las que respondió la casta del toro. Luego, el susto, la voltereta cuando se perfilaba para matar, la estocada y la ovación que Rincón recibió entrebarreras. Seguro que no estaba del todo conforme.
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21 agosto 2007
desde bilbao: quien quiso tuvo que poder
La segunda corrida a pie del abono de las Corridas Generales bilbaínas, tercera en realidad contando la de rejones que inauguró el ciclo y a la que aquí no se le ha hecho mención hasta ahora, se conformó de detalles, unos con más “molla” que otros. Porque la corrida de El Pilar, con muchas caras eso sí y alta, por mansa y desordenada de movimientos no puso las cosas fáciles a ninguno de los tres diestros, y quien quiso tuvo que poder mucho. Como por ejemplo Manzanares, Luís Bolívar en el sexto, y César Rincón sobre la campana, en su despedida de Vista Alegre aurresku de honor incluido.
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