No lo puedo evitar, pero malgasto horas de sueño cada domingo enganchando a la radio. Sabiendo ya que los 'adolfos' no han puntuado, oigo que dicen de Rafaelillo que se ha pasado la tarde al hilo y abusando de pico. Que es lo que le ha faltado (o sobrado) para imponerse al toro con mayores posibilidades de la tarde, que yo sólo escribo lo que oigo, que a mi ni me va ni me viene. Sé lo que cuesta a un albaserrada enredárselo a la cintura, cuando todavía no he visto ninguna imagen (ahora: cuánta guasa, qué doblones tan toreros. Si me preguntan si hay pico, diré que sí; si hay emoción, diré que también) porque he echado la tarde de domingo en en la Plaza de Toros de Valencia, viendo la sin caballos de la mini-feria de octubre.
Hay que ver cuando algo es gratis: cualquiera se apunta. Así, la plaza pasaba de los tres cuartos. Claro, estas cosas suelen tener truco: la eralada de Juan Vidal Martín ha sido infumable por atrotinada y desvirtuada para el que empieza, noble eso sí, pero tremendamente mansa. Fernando Beltrán, que pagó con sangre su arrojo en la pasada Feria de Julio (dando pie a comparaciones) y sustituía a Juan Carlos Martínez, hizo lo mejor, lo más sensato y torero. Fue capaz de pensar, colocarse, asentarse, componer la figura y correr la mano sin pegar respingos inútiles; estuvo como dominando la situación. Mató perfecto a su primero y si llega a repetir la acción en el segundo, lo sacan a hombros. La amargura fue para Juan Sarrión, que enseñó buenas maneras pero acabó escuchando tres avisos en el quinto. A Adrián Abad lo vimos solamente en el cuarto, y aquello fue la del gato y el ratón.
Fernando Beltrán en el epílogo del tercero y en el sexto.
Veníamos ya saciados del día anterior tras ver lo de Juan Bautista, la buena corrida del Puerto de San Lorenzo, y las cositas buenas de Abellán y Perera. Uno se alegra del triunfo del francés y se entusiasma ante su próxima cita en Valencia. La verdad es que su faena tuvo cimas de alto voltaje, temple, ligazón y personalidad propia y madurada, que es lo que más me gusta de este francés. Una obra sentida (el cambio de mano y la serie al natural) y bella ante un toro, el quinto, que tuvo cuerda, entrega, casta y buenas hechuras. También el primero, hechuras y calidad. No bravura, porque no salió el bravo de verdad. Sí la casta y la nobleza. También el tercero, que fue además exigente. Como el cuarto, toro con sus complicaciones. Y un Perera cada vez con mayor verdad, un Abellán con la mente despierta, y, y un par de Montoliu y otro de El Chano.
Juan Bautista, faena de dos orejas en Madrid (6 de octubre de 2007)
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