23 julio 2007

sigo

No tengo perdón. Pasa que uno no siempre lleva a cuestas un aparato y tiene a mano la red, aunque parezca raro. Hay que recapitular, y más que lo haremos en lo que queda de semana (y de verano). Se avecinaban cambios inciertos, y los habrá.

Por eso y por la evasión del fin de semana he tenido descuidados los comentarios sobre lo que acontecía en la Feria de Julio.

Primero lo más reciente, luego nos remontamos. En tarde de intenso poniente, que ha caldeado Valencia hasta los cuarenta grados, la becerrada con la que inicia su recta final la Feria de Julio sirva de ejemplo de actitud y de querer. La fiesta sin amaneramientos, será la ternura de los chavales, una eralada guapa y lustrosa de La Remonta para un francés y dos valencianos, Patrick Villebrum y Fernando Beltrán y José Arévalo. Ojo con el concepto del más hecho, el francés, de zapatillas asentadas y de muleta adelante. Sabe de qué va el asunto y si no tocó pelo fue porque manejó los aceros de manera calamitosa.

Beltrán mostró su dimensión ante el quinto, un manso astifino al que le intentaron poner cuatro pares porque no era posible meterle ningún puyazo por la ausencia de picadores. En las huidas del eral se encontró con Beltrán pegado a tablas. Allí le dio tela, y se la jugó en cada arreón. Atravesado, aculado en tablas se tiró a matar. Era evidente que no iba a dejarle pasar, y el de Remonta lo prendió por la axila al tiempo que dejaba la espada enterrada en lo alto.

José Arévalo cumple con el significado de la palabra novillero. Fuerte como un león, lo intenta todo en un derroche auténtico de ganas y facultades. Mal que bien o al revés lo intenta todo y, cuando sale revolcado, consigue salir airoso la mar de torero. Si cortó una oreja en cada uno de los de su lote fue por todo eso, por estar presente en cada momento y también por su contundencia a la hora de matar.

Fernando Beltrán fue atendido de una "cornada en axila izquierda de quince centímetros de extensión superficial que interesa piel y tejido celular subcutáneo con dos trayectorias. Una ascendente de 15 centímetros que diseca el paquete vásculo nervioso axilar, sin lexionarlo. Otra descendente de 15 centímetros que diseca el músculo bisceps braquial. Pronóstico menos grave. Trasladado al Hospital de Sagunto."

Ahora nos remontamos.

Viernes 20 de julio, hubo menú ecuestre. No es lo mío, pero una al año no hace daño. Además, el cartel era hasta interesante. Bohórquez, Hermoso y Cartagena dieron cuenta de un encierro propiedad del primero. Correctos Bohórquez y Cartagena, Hermoso dio una lección. Asumiendo riesgos relativos y aprovechando hasta la última arrancada de sus toros. El esperpento, que raro es el día que Valencia no vive uno, fue cuando el presidente asomó el moquero azul para conceder a la vuelta al ruedo al manso y huidizo quinto del que le había concedido las dos orejas al de Estella.

Sábado 21 de julio. Ya lo dije en Fallas, y en julio he vuelto a disfrutar con José Calvo. Sus formas, su concepto, su valor. El temple con el que sostuvo a su primero y como se colocó siempre en el sitio exacto para romper al cuarto hacia delante. Al que había cuajado lo pinchó y con el que se la había jugado, se le adivinaba en la mirada, estaba convencido de que iba a reventarlo, pero cuando montaba el acero un infarto dejó tieso al toro. Calvo fue el único que lidió dos de El Torreón. Fernando Cruz, que volvía tras la cornada de fallas, lidió sólo uno y otro de La Dehesilla. Dubitativo en ocasiones, no tuvo su tarde. Tampoco Ambel Posada, que no encontró su sitio con su lote (el primero de El Torreón y el otro, de José Luis Pereda). Ni con el jabonero tercero tan noble como flojo y ni con el sexto, que me gustó, de Pereda, muy en el tipo Núñez, metiendo la cara en los lances de recibo, cumplidor en el peto metiendo los pitones en la bajo vientre del equino, se vio ahogado por un Posada que no se permitió ninguna licencia. Era bravo, estoy seguro.

Domingo 22 de julio. Era la primera de las novilladas y sorprendió Pepe Moral a aquello que no están puestos, que son mayoría. Pocos, muy pocos sabían que venía de triunfar en Las Ventas, nada más y nada menos, o que la temporada pasada se alzó con el Zapato de Oro de Arnedo. Pero mejor así, porque más fueron los sorprendidos por toreo de capa a la verónica de inicio, jugando los brazos, ganando terreno. O por como ligó el toreo, asentadas las zapatillas, girando sobre su propio eje, encajado de riñones y con gusto. Cortó una oreja a su primero, que no hubiera pasado nada si hubiesen sido dos, y con su segundo la faena se fue embarullando hasta la suerte suprema donde varios pinchazos dieron al traste con cualquier opción. Óscar Sanz volvió a apuntar y otra vez, con una orejita, se quedó a las puertas. Novillero de envergadura y fiel a su concepto puro, tendrá que esperar otra oportunidad siempre y cuando no desespere, que ya van a ser diez años de novillero. De Andrés González, de los González de Albacete, diremos que el suyo es un estilo tosco, por no decir chabacano, y también que qué hacía anunciado en Valencia por segunda vez. La novillada de Santo Alcalde fue un lujo para los taurinos y sus chavales. Dulces, nobles y con las fuerzas gustas para ir y venir.

Imágenes: Alberto de Jesús.

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