20 marzo 2010

feria de fallas 2010/ otro fraude

19 de marzo de 2010. Feria de Fallas. Toros de Núñez del Cuvillo para Enrique Ponce, Sebastián Castella y José María Manzanares. Lleno aparente.

Da igual Juan Pedro Domecq que Núñez del Cuvillo. Las dos son factorías del descastamiento. Con ambas la Feria de Fallas ha tocado fondo y las preguntas que nos hacíamos ayer tras la juampedrada siguen teniendo la misma vigencia tras la cuvillada y siguen, faltaría, sin respuesta. Y el celebrado vigésimo aniversario de alternativa de Enrique Ponce todavía no ha dado triunfales frutos. Hay quien no debe encontrarle explicación.

Y la tiene y muy fácil: se han olvidado del toro. Pieza, clave y fundamental de este espectáculo llamado corrida de toros y que en el día grande de las Fallas, día de sant Josep, fue presentado en su mínima expresión. Disculpen, señores ganaderos de Núñez del Cuvillo, señores empresarios de Simón Casas Productions, y sobre todo, los señores que visten seda y oro Enrique Ponce, Castella y Manzanares; disculpen, pero así esta fiesta no es. Lo suyo es un fraude.

La corrida de Núñez del Cuvillo fue en exceso anovillada. El primero, por ejemplo, la cara de crío no se la podía aguantar. Y se distinguió el lote por la ausencia de casta, por sus comportamientos tan simples como previsibles nada más verlos aparecer por chiqueros. En lo que al carácter se refiere sólo se diferenció del resto el quinto, que tuvo cierto picante. Y ni qué decir que la suerte de varas fue pura pantomima y que a los principios básicos de la lidia se le volvió a dar una patada de desprecio.

Enrique Ponce cortó una orejita intrascendete tras una faena fácil y sin profundidades, que a estas alturas ya puede decirse que no ha dejado mella alguna. Al quinto, manso y parado lo probó sin suerte, lo macheteó y en medio de un sepulcral silencio --las broncas a Morante le quedan mejor-- se deshizo de él. Ahora sólo le queda un único cartucho, con el hierro de Zalduendo, el próximo domingo en el día en el que las figuras --con la excepción de Perera, que ha causado baja y que será sustituido por El Fandi-- le rendirán homenaje seleccionándose su propio toro en lo que para mucho será un festival de luces.

La tarde del día de la cremà de positivo tuvo poco, pero algo tuvo. Lo más torero corrió a cargo de dos hombre de plata con las banderillas entremanos: Curro Molina y Juan José Trujillo, que desmonteraron en el segundo y sexto --también lo hizo Luis Blázquez--, respectivamente. Y los mejor muletazos corrieron a cargo de Manzanares. Fueron en redondo, pero pocos. La casta del Cuvillo que saltó en tercer luegar no estaba para grandes exigencias. Con el sexto el de Alicante se estrelló ante una sardina colorada y ojo de perdiz que estaba inválida y echaba las manos por delante.

Sebastián Castella fue el más generoso en el esfuerzo y el único que tuvo al público de su parte. Sobre todo cuando le birlaron la orejita del segundo desde la presidencia, que por la casquería se pone todo lo seria que no es capaz de ponerse a mediodía cuando le cuelan novillos y sardina en lugar de toros.

Castella estuvo atacado. El triunfo, que le hubiese venido de lujo, lo buscó utilizando todas sus armas. Se equivocó con la capa recortando el viaje en exceso de su primero. Y su faena, cuando a la tercera serie el animal ya estaba en las últimas, se culminó de arrimón y estocada ligeramente desprendida y algo trasera. La petición --mayoritaria o no-- fue desatendida y la bronca al palco fue de órdago. Así es el publico valenciano también, capaz de montar en cólera por despojos y tragar hasta el infinito y más allá el impresentable ganado que está acostumbrado a ver corretear por el coso de la calle Xàtiva.

El quinto, por el apoyo recibido, Castella lo brindó al respetable. Era ése el Cuvillo con carácter. Se llamaba 'Inquemable', paradoja en el día en que València arde. Se llevó dos picotazos y le quedó una embestida impetuosa.

Castella, que arrancó con su clásico y emocionante pase cambiado, consiguió meter al público en la faena. Logró el toreo en redondo con intensidad. Por el izquierdo no hubo acuerdo en distancias y alturas. El toro humillaba, pero también lanzaba el gañafón cuando alcanzaba las telas o le levantaban la mano más de la cuenta.

Castella estaba atacado, la reacción al desarme en un de pecho lo retrata en su afán por triunfar. La faena era más de atragantón que de temple y mando. Tres circulares invertidos ligados sin enmendarse fueron el acelerón final. La frenada, el pichazo, la casi y entera y los tres golpes de descabello que dejaron el premio en una ovación.

Por cierto, el único que triunfó en la tarde fue el diputado de Asuntos Taurinos, Isidro Prieto, que salió al ruedo para entregar una placa, felicitar, abrazar y tocarle la castañeta a Enrique Ponce por su 20 aniversario de alternativa. Prefirió no hacerlo el día de la efeméride, el pasado día 16 de marzo, y lo hizo el día de la cremà cuando la corrida además de televisada por el Plus también se podía ver por Canal 9. A estos de la Dipu, que querían lo mejor para la València taurina, no se les escapa una. Bueno, una sí: el toro. Porque el que está saliendo por la tele se está convirtiendo en el hazmereír de toda España. Gracias, la plaza de toros de València ha perdido un poco más del poco respeto que ya tenía.

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El 19 de marzo por la mañana se celebró la de rejones de la que resultó triunfador el portugués Rui Fernandes. Con tres cuartos de entrada, toros de San Pelayo para Antonio Domecq, silencio tras aviso; Rui Fernandes, dos orejas; Álvaro Montes, ovación; Sergio Galán, oreja; Leonardo Hernández, oreja y Manuel Lupi, oreja.

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