los problemas del periodismo taurino

El periodismo taurino tiene dos graves problemas. Uno son sus propios intereses y el otro, las ansias de figurar que le acompañan. En resumen, un exceso de ego que echa para atrás.

Así, el género se ha ido quedando aislado en su cotarro, como gozando a parte. Lo de la boda de Manzanares el pasado fin de semana en un ejemplo. En la Ser el domingo por la noche --antes hay que decir habían entrevistado en el inicio del programa a la viuda de Adrián Gómez-- hacían las coñas pertinentes de quién había aguantado más en el baile de los que allí figuraban. En Aplausos han llevado el bodorrio a la misma portada. ¿Periodismo? Periodismo taurino del corazón o del higado que es como decir nada.

Lo que pasa es que cada vez más los medios especializados son no más que revistas para el propio sector profesional. Ellos se lo guisan, ellos se lo pagan, ellos se lo leen. El oyente o lector ocupa en la cadena un posición relegada, justo por detrás de los principales protagonistas: los que se manejan y reparten negocio en su ruedo cerrado a cal y canto. Y así, en su particular babia ni se han enterado de cómo se ha llegado a la situación actual de ninguneo social absoluto.

Disculpen: el problema no es irse de boda. Eso debería dar igual. El problema es mantener la voz crítica e íntegra pese a todo el compadreo. Y si una cosa condiciona la otra lo más probable es que no se sea un buen periodista.

La blogosfera y la twittosfera taurinas han reflexionado estos días sobre una situación sonrojante. Mientras el bodorrio luece en la portada de Aplausos como la noticia más importante de la semana, la muerte de un torero, que desde hace dos años estaba postrado en una silla de ruedas por la infausta cogida de un toro, ha quedado relegada a páginas interiores. Algo no encaja cuando la verdad del toreo, aquello que lo hace grande, la vida, la propia muerte no es noticia de portada y sí lo es la nota de sociedad que provoca el enlace de un torero.


PS: Las reflexiones de dos periodistas como Pablo G. Mancha y Pablo Hernanz sobre la polémica merecen la pena ser leídas.