José Garrido, sustituyó a Román y le brindó la muerte del quinto.
Plaza de toros de València, 10 de marzo de 2013. Segunda de la Feria de Fallas. Novillos de El Parralejo, de muy justa presentación. Faltos de fondo, se venían abajo. Los mejores cuarto y quinto. Javier Jiménez (ovación y una oreja), José Garrido, que sustituía a Román (silencia tras aviso y silencio tras aviso) y Lama de Góngora (silencio y silencio tras dos aviso). Un tercio de entrada (alrededor de 3.500 personas). [VÍDEO]
Un tostón, tostonaco. De aquellas vísperas, este desespero. La novillada para València había perdido marca con la ausencia de un Román, brazo en cabestrillo, hombro recolocado, de paisano en el callejón. No es que se perdiera gran cosa. La novillada de El Parralejo no reverdeció laureles de hace una año. Como mucho un ligero apunte de aquella en la que Román de repente se puso en boca de todos. La mejor noticia, transcurrido un año, el tostón y todo, es que --sirva esta crónica como prueba-- lo sigue estando.
No habría estado mal, sino que muy pero que muy bien, ensalzar a los cuatro vientos a los novísimos Lama de Góngora o a José Garrido como pasó hace siete días en Olivenza. O que Javier Jiménez, con mayor oficio, hubiese redondeado su tarde. Y sobre todo que la novillada de El Parrelejo hubiera venido más rematada, mejor comida si me apuran. Casi diría que la de Castellón tuvo más seriedad.
Muy vareada, con poco fondo la novillada. Se venían abajo, se rajaban, manseaban, se paraban. El primero, en manso y siempre por los adentros, el cuarto cuando se le tocaba con suavidad y, sobre todo, por el izquierdo, o el quinto con temple y sin borrones, tuvieron fiesta.
Javier Jiménez, pese a llevar un par de temporadas con caballos, se presentaba en València como sus compañeros de cartel. Tiene oficio y juega su cartas made in Espartinas de forma honesta. En los adentros muleteó al mansote que abrió la tarde, por los adentros, buscando siempre la cara del novillo, sujetándolo y ya cuando el fuelle fue faltando, vendiendo el arrimón pegado a tablas. El premio solo fue de ovación. A la tarde le faltaba algo.
Mejor resultado le dio a Javier Jiménez cuando tuvo ocasión expresarse con mayor pureza ante el cuarto de la tarde. Novillo con temple especial e interesante pellizco de bravura. Lo demostró en el peto, dejándose los riñones con fijeza y embistiendo por el izquierdo con gran clase, sobre todo cuando le tocaron suave y no había tropiezos. Por ahí Jiménez recogió la mayoría de los pocos 'bien' y los 'olé' que deparó la tarde. Naturales largos, mejorándolos con los toques. Suave, por favor pareció pedirle el novillo y así fue mucho mejor. Certera estocada. La oreja merecida. Javier Jiménez feliz, El Soro, que había recibido el brindis del de Espartinas, también.
José Garrido y Lama de Góngora, con el ruido de Olivenza como principal referencia, demostraron la evidente ternura ya metidos en el campo de batalla de las ferias. Esto es otro rollo, u Olivenza debe ser otro rollo. No sé. El caso es que la de El Parralejo no se lo puso ni en bandeja ni imposible.
Falto de clase y justo de fuelle, el segundo regaló alguna que otra embestida. Garrido manejó con solvencia el capote a la verónica, anunciando buen concepto y que le sobraban un par o tres de velocidades. Muchos tirones, los trazos con las telas muy dispares. Tiene capacidad y colocación, se le ve listo a Garrido. Al menos con su primero. Pero por unas cosas y otras, le faltó expresión en todo momento a tantos pases como dio. Pero es que la papeleta era así: segunda novillada picada y contratado con menos de 24 horas de antelación.
El quinto tuvo mayor claridad. Fue junto al cuarto el otro buen toro de la tarde. Novillo con buen tranco. Garrido, que había quitado por gaoneras con la pata adelante --ojo--, lo brindó a Román. Bonito el gesto y ovación para el novillero valenciano, que para entonces ya había quien pensaba, dentro de lo malo, que mejor que no formara parte del tostón.
Lo dicho, buen novillo, pero falto de temple y pulso, el que debía imprimir una muleta que, al revés, cada vez que embarcaba ponía una velocidad. Espectacular el inicio por ayudados por alto en los medios. Muy firme. Pero luego pesaron los enganchones en una faena destemplada en la que novillo y novillero se vieron abocados al callejón sin salida del arrimón, las distancias reducidas y la embestida ahogada tan propio de la tauromaquia moderna. A la contra y la faena estirada. Con la espada, hábil.
Lama de Góngora tiene impronta, se le intuye. Pero por ahora pesa más su ternura. Sus novillos del Parralejo exigieron manos más expertas para hacer malabares con sus embestidas y el poco fondo que lucieron. No hubo acople más allá de ciertas pinceladas. Y con la espada no estuvo fino. El sainete que pegó en el sexto debió ser para confirmar el tostonaco. Por si había alguna duda.
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