25 febrero 2014

#operanciónpalace: el que día fuimos manipulables conscientemente

Parece obligado opinar de la 'Operanción Palace' dirigida por Jordi Évole, así que allá vamos. Primero que nada y para situarnos: la televisión española vivió con semejante programa un momento histórico. A la altura de la muerte de Chanquete, el primer Gran Hermano o más. Un falso documental sobre el 23-F desde el argumento de la teoría de la conspiración por parte de la élite política de aquel invierno de 1981 para, dicen, afianzar la democracia y con José Luis Garcí como director de todo aquello. Vaya por delante: Enhorabuena. Porque siempre tiene que haber una primera vez.


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Jordi Évole es quien tuvo semejante atrevimiento. Su efecto: una audiencia por encima de las 5 millones, infinidad de artículos opinión y las críticas de las mentes que se suponen más abiertas al final han sido las que más afectadas se han visto y le han dado a Évole para el pelo. O eso se me antoja. Al mismísimo Jordi Évole, adalid del periodismo 2.0 más vistoso, ése que ha sido capaz de llevar a la tele lo que todo el mundo quiere escuchar (y tuiterar) o esas yagas en las que (casi) todos quieren poner el dedo; a ése, un poco más y lo defenestran credibilidad abajo.

Porque se ve que Évole la tenía toda. Ídolo de la audiencia indignada o pseudo-indignada, por hacer esas preguntas que todos quieren escuchar, aunque  a la postre profundicen o no. Peridismo social con demasiado artificio y de fácil consumo. Tanto que mi madre o muchos de mis amigos a eso de las 21:30 querían estar sí o sí frente a la tele para ver el 'Salvados'. Y a veces, sí, hizo programas de

Y a veces, sí, hizo programas de auténtico periodismo. Y otras veces no tanto. Luego ya podremos estar de acuerdo o menos con el estilo. Por mi parte, aunque no le voy a restar mérito, me gusta lo justo. A veces el sensancionlismo y los tópicos se apoderaban del tema; en cambio, otras escarbaba y ponía en evidencia injusticias donde realmente era necesario poner unos potentes focos --como el caso del accidente de metro en Valencia. Y otras con una sencillez pasmosa, por ejemplo la conversación entre Felipe González y Artur Mas del otro día, hacía televisión en mayúsculas.

Como el pasado domingo, cuando le puso mucha ficción algo tan real y turbio como aquel 23-F del 81. Ni más ni menos que televisión con un ficción llevada hasta el mismo límite de la realidad. ¿Pretencioso? Digamos atrevido. Un trabajo atrevido y bueno --faltó algo más para ser perfecto--. Un documental original en este país --con referentes clásicos como Operación Luna o experimentos como el de Orson Welles-- y una prueba a los televidentes, que se han sentido por una vez algo vivo y muchos, además, conscientemente manipulables al desvelarse el pastel por referentes -- Gabilondo, Ónega...-- que por un día nos dijeron que nos dijeron que estaban jugando con nosotros.



Pero está claro, el fiel de Salvados y de la fórmula Évole tiene una gran capacidad para indignarse hasta con su periodista de cabecera. Ya se les pasará. Operación Palace es historia de la televisión ya, televisión en estado puro, y a más de uno le habrá jodido que lo contado no sea la verdad. Porque por un momento lo pareció. Pero no debemos acostumbrarnos a ello: al final la verdad siempre cuesta más contarla y descubrirla que a la mentira. Seamos conscientes, aunque solo sea de vez en cuando.


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