A las figuras que han pasado el invierno de reunión en reunión se les ha llamado G-10. Reuniones un tanto informales, sin oficialidad y algunas si una mísera foto, como la que se tuvo con González-Sinde. Después pasaron el ministro Rubalcaba, parlementarios del Partido Popular o la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. En el objetivo de todas, el futuro de la Fiesta. Pero hasta el momento tantos contactos ha reportado insuficientes sus logros. Quedamos a la espera, pero no vamos a negarle el apoyo. Por una vez alguien decidió afrontar el problema y trató de hacer algo. Aunque ya era demasiado tarde. ¿Aportó soluciones alguien más desde dentro del sector taurino? No. Los empresarios siguen esperando tras la taquilla a los incautos que pasamos una y otra vez por ella y poniendo la mano a lo que decida aportar el monopolio televisivo.
Hace pocos días Castella se entrevistó con el vice-presidente de Ecuador con el mismo propósito, garantizar el futuro de la fiesta en Ecuador. Esta claro que los intereses del francés Sebastián Castella son muy pocos en Ecuador. Y tras eso decidió desmarcarse del G-10. Manzanres respondió. Y se armó la polémica. Esteril a todas luces cuando la preocupación del sector taurino es o debería ser es garantizar el futuro de la Fiesta y semejante enfrentamiento queda fuera de lugar.
Lo suyo sería que, con tal de devolver la Fiesta a su máximo esplendor, las figuras polemizase en el ruedo o fuera de él, pero sobre quién es capaz de enfrentarse a las ganaderías más bravas y encastadas. En los despachos e instituciones se defiende la fiesta, bien, pero si luego lo que se prefieren son ganaderías "de su agrado" y de ahí ya no hay quien les saque pues tampoco es que vayamos a cambiar esto.
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