Desde que hace una semana apareciese la noticia de la modicificación del Reglamento Taurino de la Comunitat Valenciana, aquí no se había comentado nada. Y no se había hecho porque el proceso se encuentra todavía en fase de boceto y de ahí a lo que vaya surgir, elecciones de por medio, todavía queda.
La excusa principal que motiva la remodelación que encabeza el hasta el momento conseller de Governació, Serafín Castellano, es adaptar al reglamento la sigunlaridad de los cosos de Algemesí, Benassal, Onda, Bocairent, Morella, Vinaròs, Vall d'Alba, Ondara, Monòver o Elda, por su historia o singularidad arquitectónica. Y esto sí es realmente necesario. Lo mismo que incidir en la obligada presencia sanitaria para la celebración de todo festejo taurino.
Lo demás o resultan pequeños detalles sobre todo administrativos o admiten toda duda sobre la modificación si la intención es mantener como pilar fundamental el Reglamento Taurino Nacional. Se habla de poner la puerta grande al precio de dos orejas en un mismo toro, aumentar a 48 las horas previas con las que el toro debe llegar a la plaza antes de su lidia, reducir la puya de picar de 29 a 26 cm (!), que puedan presidir cualquier persona en plenas facultades y con pedigrí de aficionado o que se pueda colocar un cuarto par si los anteriores se han realizado en alto grado de excelencia.
De todas, sin duda, esta última propuesta es la más valenciana de todas, la que más casa con la ideosincrasia del público de aquí. ¿Reducir la puya? ¿Y por qué no mejor adecuar el trapío del toro y no permitir esos desmanes cuando torean figuras o lo hacen el resto? València y Castellón han dado ejemplos de ello. Pero claro, eso excede del mero reglamento, es cuestión más un asentado e infranqueable criterio y eso no se logra en una reunión ni con dos.
¿Y lo de las orejas? Pues lo mismo. El problema es lo devaluados que están los trofeos en València y es que claro al público de aquí le va la vida con las pelúas, que decía Jesulín, y en ese aspecto hace ya tiempo que se perdió el norte. Más que encarecer las puertas grandes, cuestión de criterio y seriedad del que se siente arriba en el palco, que debería actuar no a favor de los espadas o los taurinos, sino a favor del espectáculo, y de la educación taurina de un público que carece casi por completo de ella.
Ya me veo venir las broncas por no concerder un segundo trofeo para abrir la puerta grande. En esas broncas el público valenciano lo da todo y pone a parir al presidente de turno y toda su parentela, y como la cosa cambie el mismo público me da que se acordará hasta del conseller que les obligó a pedir la segunda oreja para tener la fiesta completa, que al fin y al cabo es lo que se pretende --lamentablemente-- por estas latitudes.
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