20 julio 2011

feria de julio/ una novillada cornalona

Plaza de toros de València, 19 de julio de 2011. Feria de Julio. Novillos de Los Galos, bien presentados y de comportamiento desigual con tres más nobles y menos fondo (1º, 3º y 6º), uno manso (el 2º) y dos muy serios y complicados (4º y 5º). Pascual Javier (una oreja y vuelta tras petición), Mario Alcalde (silencio y ovación) y Rafael Cerro (silencio y una oreja). Menos de un cuarto (unos 2.500 espectadores). [VÍDEO]
  
Salieron un novillo castaño con hechuras de toro y otro negro más vareado, pero cornalón y astifino, que ya veremos si los ven semejantes o parecidos cuando acampen figuras, gedieces y deidades varias por estos lares. Me da que no.

Debe latir cierta incongruencia entre eso de ser ganadero y empresario a la vez. Simón Casas, presentaba ganadería, Los Galos --por aquello de que en el negocio también están Christophe Lambert y Marie Sara-- en València, plaza que gestiona, y más que lustrosa y cuajada lo que fue la novillada es muy cornalona. De mazorca maciza todos. Con tres, los primeros, más abrochados y tres con las puntas metiendo más jinda. Y de estos últimos, dos más que serios.

Y vaya por delante que a los novilleros --Pascual Javier, Mario Alcalde y Rafael Cerro--, a los tres, les levantaron los pies del suelo, por suerte sin consecuencias.

Lo de la incongruencia lo decía porque ya veremos si el nivel sigue la línea (coherente) marcada por esta novillada y según el novillo echado hoy, cuando esto se ponga de bote en bote y el billete se multiplique, lo dicho, a ver si el toro aumenta en consonancia y no toca decir que los novillos estaban 'atorados' y los toros, anovillados. Viéndolas venir, oiga.

Por lo demás hay que decir que la novillada de Los Galos fue interesante y estuvo repleta de matices. En su contra, que los buenos y nobles tuvieron poco motor; mientras que los mansurrones, geniudos, bravucones y con sentido, se le subieron a la chepa a las cuadrillas y a los benditos novilleros. Dirán que el secreto está en la casta, y dirán con razón.

Rafael Cerro, que venía a cubrir el hueco dejado por el mexicano Sergio Flores, con cuatro cornadas en sus carnes cobradas el pasado domingo en Las Ventas, se llevó el lote más agradecido y cumplió a medias.

El tercero planeó de salida, hocicó con largura a ras de albero y no opuso dificultades más que las del toro bueno que no anda sobrado de fuerzas ni de raza. A Cerro le puso en bandeja el disfrute con la capa y demostró buenas maneras. Discreto en el caballo, quien de verdad disfrutó fue el bregador de turno en banderillas, que le pegó un par de lances por el izquierdo de aquella manera. No así quien pareó por el derecho porque por ahí lanzaba la cara arriba, defendiéndose hasta quedar el ruedo sembrado de palitroques. Ya en último tercio no hubo acople ni serie redonda, ni las distancias fueron las que tocaban ni Cerro se encontró. Aseado sin más, lo cierto es que se le fueron diez o doce embestidas por el pitón izquierdo, no más porque el novillo se vino abajo. Al entrar a matar, ese pitón derecho siguió haciendo de las suyas y cazó a Rafael Cerro de fea manera.

Sin tantas calidades para hacer el toreo profundo, el sexto fue noblón sin más, de esos que vienen y van. Y con ese Rafael Cerro sí se encontró y compuso la mar de bien. En redondo, de primeras, le ligo una serie con enjundia. Muy ligada, sí. Al natural también le corrió la mano con gusto y cierto pellizco. Y entretanto recortó distancias y la cosa ya no fue igual y el novillo le pegó un par de arreones porque ahí se sentía más incómodo y también porque el motor le empezaba a fallar. Mató bien, se le concedió una oreja y se llevó algo de bueno que contarle a su maestro José Ortega Cano, a quien falta le hacen buenas noticias.

El caso de Pascual Javier pone a las claras el escaso peso que tiene triunfar en su casa, que es València. Lo hizo por mayo y por eso se ganó julio. Tiene tanta voluntad como poco placeado está y por eso resulta harto complicado restarle méritos.

Su primero, el que abrió tarde, tuvo seriedad en sus movimientos. Por su parte, Javier decidió apostar por la quietud en su turno de quites. Quiso abrir faena con un cambiado tomado muy en corto porque el novillo marcó tendencia a los adentros, y se llevó un viaje serio. Algo así como si te arrollase el tren. Dudó, no sacó la muleta y zas: torero al aire. Pero se repuso e hizo faena, todo voluntad y esfuerzo. Novillo que embestía al ralentí, al que había que esperar y tocar y tocar para meterlo en la muleta. Y así, por abajo, aguantando para sacar cada muletazo, fue imponiéndose Pascual Javier alargando cada muletazo hasta el final y hasta exprimir al novillo. Estocada defectuosa y oreja.

El cuarto fue un toro. Castaño, con poder. No bravo, pero con genio. Apretó con la cara alta en varas y mandó en los primeros tercios. Menudo era. Y menuda la papeleta para para Pascual Javier. Lo midió el novillo en redondo. Dos series, y al tercer proyecto de muletazo, una recalada así en plan descarado. Y a la tercera serie se lo pasó de pitón a pitón y Pascual Javier se libró de una buena. Le echó luego coraje, pero aquello era demasiado. El castaño estuvo siempre al acecho, así como haciéndose el longis, pero con cum laude en latín. Pascual Javier hizo cuanto pudo y por su voluntad se le pidió de forma generosa una oreja y se pegó la vuelta al ruedo.

Y tras el cuarto, el quinto, de nombre 'Desconocido', vareado, alto y astifino. Era el segundo del lote de Mario Alcalde, quien no se llevará ningún grato recuerdo de València. Si su primero fue un manso huidizo al que no pudo pegarle dos seguidos a lo largo y ancho de la plaza (que viene a ser lo mismo), el tal 'Desconocido' fue de aupa.

Un auténtico torbellino, repartiendo a los dos caballos, apretando hacia adentro, tomando con violencia las telas, desarrollando sentido y todo eso con dos agujas bien sujetas.

Novillo exigente, encastado y enseñando el peligro. Con la embestida muy suelta. A las primeras de cambio, en el intento del derechazo, le lanzó el pitón al vientre como quien no quiere la cosa. Luego se revolvía con tremenda velocidad y el bueno de Alcalde, aperreado siempre acabó desmoralizado y por poco con una cornada, porque 'Desconocido' lo acabó cazando. Hacía falta ahí mucho poder y sobraba ternura. Haciendo memoria, y viendo la procendecia de Los Galos, Zalduendo, me acuerdo al cerrar la crónica de un tal 'Osiris' al que Ponce hace dos Fallas acabó sometiendo. Ni por trapío ni comportamiento hay mucha diferencia. Sí por otras cosas.

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